La nueva Provincia 2

INCONCLUSA... PERO NO OLVIDADA
Por Carlos A. Guardiola
Investigación periodística: Lic. María Cristina Garbiero


La primera nota de la saga intentó describir ese tumor geopolítico denominado conurbano, nacido en 1946, y que lipoaspira todos los recursos que genera la llamada provincia interior; la segunda realizó una pormenorizada radiografía de los gobernadores "que supimos conseguir" desde ese año a la actualidad; y el punto de inicio de esta historia, con final aún no escrito y cuya trama es desconocida para la mayoría de los bonaerenses, comenzó a desandarse en 1880, cuando hacía su aparición en el país un puñado de políticos preclaros que la historia reconoce como "la generación del 80". Un fenómeno que jamás volvió a repetirse... ni en cantidad... ni en calidad.



CAPÍTULO: ENRIQUE JULIO


Casi a fines de 1960 un grupo de estudiosos de la cátedra de Historia Americana y Argentina II, de la Universidad del Sur, junto a docentes del Gabinete de Historia Argentina, creado en 1967 en el Departamento de Humanidades, realizó una recopilación de todos los proyectos que, en casi un siglo y cuarto, intentaron cambiar la geografía política de la provincia de Buenos Aires. Por aquel entonces era rector de la casa de altos estudios el Dr. Roberto Etchepareborda.


1880: el gran nudo gordiano

El viejo problema de encontrar una capital para la República Argentina quedó solucionado en 1880 cuando Congreso Nacional y Legislatura Provincial acordaron la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Un alumbramiento "mal parido", al decir de revisionistas de la historia, ya que para lograrlo debió incumplirse el pacto de San José de Flores que le garantizaba, a la provincia, la integridad de su territorio. Más aún: ésta tuvo que ceder importantes núcleos urbanos como San José de Flores y Belgrano.

El conurbano, al norte y en amarillo, una malformación de la geopolítica. Sus habitantes suman 9.270.661 sobre un total de 13.827.203 de bonaerenses y ocupan apenas 3.580 km2 de un total de 13.827.203. Asoman como la gran "aspiradora" de los recursos que genera la provincia interior.

Electo el binomio, conformado por Dardo Rocha y Adolfo Gonzales Chaves, que asumió la gobernación bonaerense en diciembre de 1880, el primero se abocó a la inmediata e imprescindible tarea de darle al cercenado territorio bonaerense una capital. Así el 4 de mayo de 1881 un decreto fijó las condiciones que debía reunir el lugar que se designaría a tal fin.

Señalaba el mismo, como de fundamental importancia, que el sitio a elegir debería ostentar fácil acceso a vías de comunicación con el interior y, sobre todo, con la nueva Capital Federal.

Pocos recuerdan hoy que fueron tenidas en cuenta, para ese rol de capital provincial, ciudades como Bahía Blanca, Necochea o Mar del Plata las que, por una u otra razón, fueron descartadas.

Finalmente se eligió "una ciudad fantasma" para su emplazamiento ya que sólo estaba en la mente de algunos estadistas y en tableros de dibujo: La Plata.
Tal vez fue la ubicación más desacertada posible ya que tuvieron que derramarse ingentes caudales públicos para cegar los pantanos de Tolosa (área elegida) e improvisar, contra las indicaciones de la geopolítica, la sede gubernamental en los suburbios mismos de la Capital Federal y donde hoy funcionan, casi sin residencia, sus autoridades y los poderes constituídos.

Mientras tanto Bahía Blanca seguía creciendo, comenzaban a extenderse sus colonias agrícolas e incrementándose el área sembrada. El aporte inmigratorio que, históricamente, se produce en la ciudades que crecen expandieron el comercio y la industria vinculados ambos a lo agrícologanadero. En 1883 la llegada del ferrocarril y un año más tarde la gigantesca obra de un muelle de hierro generaron las condiciones necesarias para el gran salto. Fue, por entonces, que la ciudad comenzó a soñar en convertirse en la capital del primer estado argentino.

Secciones electorales en que se divide actualmente la provincia de Buenos Aires. En los últimos años se ha prouesto que la seccion 6 bonaerense se constituyera en una nueva provincia separadose de Buenos Aires, pero hasta el momento en proyecto no ha prosperado

Campaña de "El Porvenir"

El primero en lanzar la idea de federalizar Bahía Blanca a través de sus páginas fue un diario bahiense denominado “El Porvenir” que, en el primer semestre del año 1884, se transformó en el adalid de la idea. Sin embargo, la indiferencia del gobierno provincial hacia todo lo que no fuera La Plata sería una impronta que llegaría hasta nuestros días. Ya por 1890 la ciudad había afianzado un indetenible desarrollo haciendo valer su inmejorable posición geográfica y sus vías de comunicación. El alto nivel de vida de sus prósperos habitantes quedaba de manifiesto en los numerosos comercios de artículos suntuarios. A fines del siglo XIX Bahía Blanca se perfilaba como la ciudad del futuro rivalizando con las más importantes urbes del país. Sin embargo un dato llamaría hoy la atención: ya por aquellos años comerciantes y hacendados de partidos como Patagones, Puan, Villarino o Adolfo Alsina, por citar algunos, no utilizaban Bahía Blanca como nudo natural para enviar sus productos a Capital Federal o al exterior.


"Génesis de un brillante porvenir"

En 1898 otras voces se alzaron en pro de una nueva provincia. Es que comenzaba a emerger la figura de Enrique Julio, fundador de un diario que, no casualmente, se llama “La Nueva Provincia" y que, desde su primer número aparecido el 1 de agosto de ese año intentó demostrar la necesidad de elegir Bahía Blanca como capital de un nuevo estado nacional. "Vengo a luchar en pro de una idea grande que encarna para el sur argentino el génesis de un brillante porvenir", editorializó en el primer ejemplar.
Enrique Julio consideraba que los partidos del sur de la provincia, más la totalidad de la gobernación nacional de La Pampa (años después convertida en provincia) y algunos distritos del territorio nacional de Río Negro (luego también estado), ubicados entre las márgenes de los ríos Negro y Colorado, vivían demasiado alejados de la capital provincial inmune, ya desde entonces, a las necesidades de los bonaerenses del sur. Argumentaba que países progresistas, como Estados Unidos, habían fomentado la creación de estados federales que alcanzaron enormes progresos tras su descentralización.

Otras razones esgrimidas por Enrique Julio apuntaban a la importancia del puerto de Bahía Blanca (el mayor de aguas profundas del país), y la natural convergencia de mercaderías y productos regionales, no sólo de su zona de influencia, sino también de provincias como San Luis, Mendoza, San Juan y La Pampa que tenían a la ciudad como centro estratégico y referencial de sus relaciones comerciales con el país y el mundo. Se sumaba a todo esto la vastísima extensión territorial del estado y las precarias vías de comunicación que impedían una gestión eficiente a sus gobernantes. En definitiva planteaba un nuevo territorio de 234.252 km2 contra los 259.776 que le quedarían a la Buenos Aires residual.

Este nuevo estado provincial, de acuerdo al censo de 1895, tendría una población total de 90.205 habitantes ocupando, así, el décimo lugar en la demografía del país superándolo Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos. Corrientes, Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Mendoza.

El mapa geográfico propuesto por Enrique Julio, sin embargo, era demasiado ambicioso y chocaría con poderosos intereses políticos y económicos, sin contar con que hacía desaparecer de la faz de Argentina íntegramente la gobernación nacional de La Pampa, y le cercenaba todo el norte del por entonces territorio nacional de Río Negro. Aún así la idea comenzó a trascender y, como resultado de la persistencia del periodista, la misma fue recogida nada menos que por quien fuera presidente de la república: el Dr. Carlos Pellegrini, concuñado de Julio Argentino Roca y que rigió los destinos del país entre 1890 y 1892, tras la renuncia de Miguel Juárez Celman. Pellegrini fue uno de los primeros políticos que avanzó en la formulación de un nuevo estado argentino, tema que aún hoy mantiene su palpitante vigencia institucional a pesar de las décadas transcurridas y habida cuenta que Argentina debe, inexorablemente, resolver el futuro curso de su federalismo aunque deba superar estructuras anquilosadas y cepos políticos.


El proyecto de Enrique Julio hacía desaparecer la gobernación de La Pampa, succionaba partesdel territorio nacional de Río Negro y sumaba distritos del sur bonaerense

El proyecto Luro

Casi desde la misma creación de la gobernación de La Pampa se comenzó a debatir la cuestión de su capital. Si bien la localidad de General Acha se consideraba firme en sus pretensiones de imponerse como cabeza territorial, poderosos intereses generaron las necesarias situaciones de conflicto como para poner en tela de juicio aquella aspiración. Un terrateniente, llamado Benito Villanueva, donó terrenos en la zona de Toay con destino de capital territorial y fue la chispa que detonó un polvorín cuyo ruido se hizo sentir en la Capital Federal. La cuestión la zanjó Julio Argentino Roca, a la sazón presidente del país, quien con un decretazo autorizó al gobernador, Dr. José Luro, a fijar residencia en Santa Rosa del Toay.

El militar no tuvo en cuenta un pequeño detalle de la geopolítica: mientras que en las colonias angloamericanas las ciudades crecieron para solventar las necesidades del campo, en las hispanoamericanas el campo debió crecer para satisfacer las necesidades de las urbes.

Y Bahía Blanca era, para el vasto territorio pampeano, un verdadero faro referencial para su comercio y transacciones, opacando la capital elegida que tan sólo alcanzó la estatura de un mero "hotel alojamiento" para sus autoridades de turno.

De modo que muy pronto comenzaron a mirarla como la capital que necesitaban si querían expandirse y crecer. Así la idea de Bahía Blanca, capital de la gobernación de la Pampa comenzó a tener sustento propio y popular.

Donde no cayó bien la propuesta fue en Carmen de Patagones, la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires, cuyas autoridades vieron la posibilidad de abandonar su condición de "patio trasero" del gran estado bonaerense para transformarse en capital de La Pampa.


Idea que pronto naufragó aunque alcanzó a generar un inesperado remezón. Es que siendo vecina inmediata de la provincia de Río Negro las autoridades nacionales estimaron que el siguiente "lance" de los maragatos apuntaría a ser su capital ya que las autoridades de Viedma, a raíz de una colosal inundación, debieron trasladar la sede gubernativa a la localidad de Choele Choel.

Por eso Julio Argentino Roca, apodado "el zorro" por su astucia y que por segunda vez regía los destinos del país, firmó el 9 de mayo de 1900 el decreto por el cual la ciudad de Viedma era consagrada, definitivamente, capital de la provincia de Río Negro.

El inicio del siglo XX, a 10 años de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo, y con la impronta que derramara esa fantástica legión de estadistas que sería conocida como "la generación del 80", parecía depararle a la Argentina un período de tranquilidad institucional.

Sin embargo la llegada al congreso del Dr. Carlos Pellegrini, como diputado nacional, reabriría una vieja herida geopolítica hasta el día de hoy no cicratizada.

El mandatario convulsionó al país, y a los bonaerenses, con un remozado proyecto de generar otro estado a partir del desguace de la provincia de Buenos Aires.

Esa es la historia de la próxima nota. Aunque, mientras tanto, bien valdría la pena tomar conciencia que la vida humana es un juego entre la palabra y el silencio: "Hay tiempo de hablar y tiempo de callar", nos recuerda Salomón en el Eclesiastés (3, 7). Un guante que arrojamos a nuestros legisladores provinciales.


FUENTE: http://www.lasextaseccion.com.ar/Diciembre_2006/dic_editorial.htm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante el tema, no sabía de este proyecto de enrique julio, pero me atrevería a decir que el límite sur de la nueva provincia debería ser, en un nuevo proyecto, el río colorado y no el negro.