"Ellos querian hacer una nueva Brasilia"

ALDO “NENE” MARTINEZ, A 20 AÑOS DEL FRUSTRADO TRASLADO DE LA CAPITAL

Por JUAN MARIA ESTRADE (periodista del semanario El Este Rionegrino de Viedma)
eleste@rnonline.com.ar


Aldo “Nene” Martínez fue concejal entre 1985 y 1987 e intendente de Viedma entre 1987 y 1989 por el Partido Provincial Rionegrino. Durante su mandato al frente de la comuna, tuvo que hacer frente a la catarata de proyectos y anteproyectos que se elaboraban desde el Ente para el traslado de la Capital (ENTECAP), como así también propulsar los propios frente al empuje de consultoras privadas.

Martínez, actualmente presidente de la Agencia de Local de Desarrollo, vivió en carne propia el nacimiento, la poca existencia y la muerte de uno de los proyectos más grandes en los que se embarcó la Argentina. Emoción, responsabilidad y resignación por fin, son los estadios por los que, no sólo paso el ex intendente, sino muchos viedmenses que se compenetraron con el proyecto.

El lo escuchó a Raúl Alfonsín ante 10.000 almas en Viedma decir “al sur, al mar, al frío”. Pocos años después, en el Hotel Austral de la capital rionegrina, Martínez también escuchaba de boca del radical: “mirá... esto se me está haciendo medio difícil, yo me equivoqué al no haber venido directamente acá con mis ministros más afines”.

La influencia de los privados sobre los directores del ENTECAP para boicotear el proyecto de traslado, también es puesta en escena por el ex intendente como una de las causas que terminaron con el sueño.

Pero el cuento de hadas dejó algunas cosas positivas: obras de infraestructura no sólo para Viedma sino también para Carmen de Patagones; una publicidad para la zona muy importante que trascendió las fronteras nacionales y, por sobre todo, destacó Martínez, el viedmense se dio cuenta que la Comarca es un lugar para respetar y cuidar.

-¿Cómo tomó la noticia del traslado de la Capital Federal a Viedma?

Fue una grata sorpresa y una gran alegría pensar que habían decidido que el lugar para trasladar la capital había sido Viedma- Patagones y su entorno. Esa fue la primera emoción. Luego vinieron todos los trámites burocráticos.

En ese momento yo era concejal y (Juan) Caballieri era intendente de la ciudad, ambos éramos del mismo partido, y un año más tarde asumí la intendencia. Y es en mi mandato donde empiezan a llegar las inquietudes mayores como cuáles eran las obras mínimas necesarias para poder recibir a semejante contingente que se nos venía encima.

Y llegó. Vino un 50 de gente especializada y otro 50 de obreros que no tenían donde vivir ni recursos económicos con lo cual se vio desbordada la ciudad. Las escuelas por su lado no tenían la capacidad de albergar a sus hijos y también la salud. Hacer frente a esto le tocó a la Municipalidad tratando de dar solución a esto y sin recursos municipales prácticamente. Si bien el municipio estaba saneado en sus finanzas no tenía la capacidad para contener semejante cantidad de necesidades. Se habló con el gobierno provincial y algo se empezó a hacer, incluso, recuerdo que se llegó a albergar a gente en el (gimnasio) Fioravanti Ruggeri que recién se había inaugurado.

La gente venía con afán de conquista como si fuera el Lejano Oeste. El ENTECAP traía un plan de viviendas que se conoció como “las 1016” y que en principio iban a ser de 4 pisos, o sea, iba a ser un palomar. En ese momento, tanto Caballieri como el Consejo municipal, se opusieron a que sean tan altos y se logró que se redujeran en un piso. Estas construcciones estaban previstas para dos años pero como vemos ya han pasado 20 y aún tenemos “las 1016 viviendas” que, dicho sea de paso, me gustaría que el gobierno provincial se diera una vueltita por allí y viera su estado antes de que suceda una desgracia. Hay paredes cortadas, grietas, techos sueltos, etc.

-En lo personal, ¿qué fue lo que sintió que le trajeran la capital a su ciudad?

Por un lado una gran emoción. Por otro era consciente de la gran responsabilidad que esto iba acarrear: ‘Mirá... a nosotros... dónde estamos, nos vienen a elegir como capital, nos hemos sacado la lotería’. Igual esto no fue una cosa que se les ocurrió de buenas a primeras, ya estaba estudiado. De todos modos, me causó un gran orgullo pero era una mezcla de alegría y temor porque era un ambiente donde nunca me había movido.

Yo estuve un año como concejal donde se hizo todo papelerío, y después en mis dos años de gestión ahí ya vino la obra. Pero a la finalización de mi gestión ya sabíamos que esto se caía.

Por último, fue resignación lo que sentimos. A cada momento nos costaba más concretar algunas de las obras previstas y además veíamos que los proyectos de instalación de la nueva ciudad no pasaba de anteproyectos. Nos empezamos a dar cuenta y a resignarnos que era una cosa perdida aunque queríamos tratar de sacar las obras más caras para Viedma. Así fue que metimos una gran cantidad de asfalto, que se fue haciendo como compensación de la Nación a lo que había perdido Viedma.

-Los proyectos...

El ENTECAP llega con toda su comisión integrada por muchísimos empresarios que habían renunciado a sus cargos en empresas privadas, y comienzan a analizar cuáles son los proyectos urgentes para Viedma. Uno de ellos era la provisión de agua, que ya no alcanzaba para toda las personas que habían llegado; también el mejoramiento de las calles; apertura de nuevos terrenos con los servicios necesarios previendo nuevas edificaciones, y se empezó a ubicar la zona dónde iba a instalarse la sede administrativa de la nueva capital.
El lugar para esto, fue la zona de lo que hoy es el Parque Industrial de Viedma abarcando también la Isla de la Paloma.

Entre los proyectos que traían la comisión de traslado estaba uno que preveía tres puentes entre Viedma y Patagones, de lo cual estoy 90 % seguro que fueron pagados los anteproyectos, como así también puedo decir que fueron pagados la mayoría de los anteproyectos para realizar el traslado de la capital. Lo cual supongo debe haber sido muchísimo dinero.

De esta urgencia para proyectar e invertir, creo que nosotros como municipio tuvimos algunos aciertos que fueron fundamentales para Viedma. Uno de ellos fue el sistema de desagote de la ciudad. Antes, lo único que teníamos eran los zanjones a cielo abierto por los boulevares y nos decidimos por esta obra porque no era tan cara (costó 2 millones de pesos) y se nos ahorraba nivelar toda la ciudad. Y yo creo que de no haberse hecho esa obra, el estado municipal jamás habría tenido la capacidad de hacerla.
Creo que esto fue un gran acierto ya que podíamos haber escogido el asfalto para 20, 30 ó 40 calles de la ciudad que también le hacía falta a Viedma y que políticamente nos hubieran dado mayor rédito. A la distancia podemos afirmar que el sistema de desagüe que tiene Viedma, muy pocas ciudades en el país lo tienen, más aún teniendo en cuenta el nivel sobre el río en que se encuentra la ciudad.

De todos modos el ENTECAP también pagó varias obras de asfalto y de cordón cuneta, como lo fueron las que se hicieron en el barrio Sgto. Cabral.

Nosotros tuvimos la capacidad y la habilidad de la gente que estaba trabajando en las distintas oficinas de Obras Públicas y de Hacienda, de cargar de proyectos al ENTECAP. Era necesario que los proyectos partieran de consultoras pero nosotros llegamos a estas con los estudios realizados, sólo debían revisarlos y firmarlos. Eso se consiguió y así logramos obras que, en el mandato de Eduardo Rosso (1989-1991 y 1991-1995), posterior al mío se fueron realizando. Nuestra ventaja ante las consultoras era que sabíamos qué era lo que necesitaba la ciudad.

En algún momento tuvimos algunas discusiones porque queríamos que la plata invertida sea en beneficio de toda la ciudad y no solo beneficiara al traslado propiamente dicho. Queríamos que ese dinero invertido se reciclara para lograr una cadena y así lograr más obras. En nuestra campaña salimos diciendo que las obras iban a ser cobradas, con mucha comodidad pero cobradas. Otros candidatos salieron diciendo que el ENTECAP pagaba y no el vecino, y finalmente así se hizo y fue un gran error histórico para Viedma ya que se podrían haber generado más obras.

Por su parte, Patagones también estaba interesado por sus obras públicas y consiguieron algunas muy importantes. Y para esa zona la idea del ENTECAP era colocar todas las embajadas. Les gustó mucho. Decían que las sedes diplomáticas iban a estar sobre la barda mirando al río Negro, un lugar paradisíaco.

De todos modos, la gran ciudad se hacía en Viedma frente al Parque Industrial. Ellos hablaban de una calefacción central subterránea para los edificios que incluso lograría mantener un microclima en las calles.

Otro proyecto anecdótico. Una día los llevamos en el catamarán hasta la desembocadura y de allí a recorrer El Cóndor y la Lobería, pero cuando volvemos a la desembocadura del río le digo a Basigalupo que teníamos un proyecto para hacer un muelle de 50 metros en ese lugar: ya tenemos el estudio de suelo y los planos terminados y necesitamos que nos den una manito con esto. Nuestra idea era para llevar adelante la pesca deportiva y los deportes náuticos. Entonces me dice: No Martínez, no. De 50 metros no. Acá vamos a hacer un muelle de 350 metros porque acá tienen que entrar todos los barcos turísticos que van hacia la Patagonia y nosotros ya tenemos ese estudio, así que su proyecto lo descartamos. Tan así fue que se descartó que hasta hoy no se hizo nada.

-¿Qué fue lo positivo que le quedó a la ciudad?

Una consecuencia positiva fue la planta potabilizadora de agua y el recorrido de la red, esto pagado por el ENTECAP y dirigida por nosotros. La red bordea la ciudad porque así lo quisimos nosotros ya que tranquilamente se podría haber llevado agua a la nueva ciudad por el camino más corto y listo. Fue una obra muy larga pero hoy, a casi 20 años, nos permite abastecer a los barrios más periféricos sin inconvenientes.

Otra fue el conocimiento de la zona por todo el país y del mundo. Creo que fue una de las propagandas más baratas que tuvo el municipio. A nuestra ciudad llegaron todos los embajadores de todos los países buscando lugar donde radicar su sede. Cada vez que llegaba uno le hacíamos hacer un recorrido completo: IDEVI, desembocadura, paseo en catamarán por el río Negro, el mar. Y todo esto repercutió positivamente.

Esos embajadores y personalidades que nos visitaban iban a la Municipalidad vieja donde cada vez que llovía el techo goteaba y más de uno ha visto cómo nuestros muchachos entraban con baldes para contener el agua.

Se logró además que la gente se diera cuanta de dónde estaba viviendo. Se logró que la población de Patagones y Viedma reconociera que habíamos estaba viviendo de espaldas al río. La gente que vino de afuera nos empezó a meter el río por jeta: che, déjense de embromar esto es una belleza. Recuerdo que varios profesionales se acercaban al río, juntaban agua con las manos y la tomaban. Te puedo decir que en esos momentos nosotros no le dábamos ni cinco de bola. Siempre hubo gente que se ocupó del río y su cuidado pero eran los menos. Desde el proyecto de traslado, el ciudadano empezó a tomar conciencia de lo que teníamos.

-Lo negativo...?

El impacto por la llegada de la gente fue atacado de inmediato y estaba poco previsto dentro del ENTECAP. Muchos la pasaron un poco mal: hacía falta escuelas, hospital, viviendas, universidad. Los alquileres y los terrenos pasaron de 2 pesos a 50. Esto tenía que haber estado previsto. La población de Viedma se duplicó y el aluvión no se podía parar. Otra cuestión negativa del proyecto es que cuando se plantó el traslado, todos los profesionales se fueron y quedó toda la gente que no tenía un oficio y que no tenía los recursos para irse. Quedaron villas miseria que nosotros no las teníamos previstas. Y las intendencias sucesivas tuvieron que ir haciéndose cargo, y también el gobierno provincial.
En cuanto a una cuestión más política, lo que sucedió fue que nuestro gobierno municipal pertenecía a un partido provincial y los foráneos sólo conocían al radicalismo y al peronismo. Políticamente para nuestro partido, por más que uno haya hecho un bueno gobierno, no fue bueno. Esto es al margen.
Por otra parte, en cuanto al proyecto de traslado no existía la oposición dentro del municipio porque eran radicales y todos estábamos a favor del traslado. Ese Concejo Municipal (hoy Concejo Deliberante) trabajó muy bien y era, por sobre todo, “un grupo”.
-Parece un cuento de hadas pero en esos momentos uno no descreía...

Nosotros empezamos a descreer en un momento en que voy a Buenos Aires al edificio de Obras públicas de la Nación que estaba sobre la calle 9 de Julio. Primero tenían dos o tres oficinas para el ENTECAP, luego todo un piso. Más tarde, alquilaron dos pisos en la Avenida Libertador y veíamos que viajaban constantemente que se sumaban a las licitaciones de los anteproyectos para consultoras de las cuales teníamos nuestras dudas.
El tema es que veíamos que la cosa ya no tenía una continuidad como decían los papeles y el presupuesto se empezaba a achicar; algunos compromisos no se cumplieron, tal es así que nosotros compramos en un remate una fracción de la Manzana Histórica donde había una capillita muy antigua. Esa compra venía respaldada por el compromiso del ENTECAP de pagarla. Arreglamos abonar en 90 días pero pasados el tiempo tuvimos que sacar la plata del municipio y pagarlo nosotros. Recién al año el ENTECAP nos devolvió la plata.
Empezábamos a darnos cuenta de que ya no era como antes, que te decían blanco para mañana y al otro día teníamos blanco.

-¿Volvería a intentar otra acción de este tipo?

Ya analizado, con los antecedentes y con la movilización de gente, yo te digo que no intentaría otro traslado de la capital. Si me dijeran: querés que venga la capital yo te digo: no.

La crisis económica que te produce una invasión masiva de gente cuando no estás preparado es muy difícil de sobrellevar, y más en una ciudad que no tiene fábricas para absorber a esa mano de obra. Además, imaginemos el ruido en el que estaríamos hoy metidos con 200.000 habitantes; cómo preservaríamos el medio ambiente y la tranquilidad de vida que hoy tenemos, y además, en pugna con todos aquellos intereses privados de Buenos Aires.

-¿Por qué cae el proyecto?

Una de las causas fue la gran influencia que tenían los privados sobre los directores del ENTECAP. Segundo, una falla del gobierno nacional, reconocida por Alfonsín, que fue haber hecho el traslado menos pomposo y más realista. Debió haberse venido con su equipo de gobierno a Viedma y manejar desde acá con una fuerza armada, cosa de tener las espaldas cubiertas por el momento político que se vivía. Así podría haber ido trasladando periódicamente los ministerios. En cambio, optó por terminar todo y venirse, pero ya para ese momento los senadores no se querían mover, los diputados tampoco, nadie.

En una de las últimas reuniones que tuve con él en el Hotel Austral de Viedma, me dijo: ‘mirá... esto se me está haciendo medio difícil, yo me equivoqué al no haber venido directamente acá con mis ministros más afines’.
Pero ya te digo: las influencias sobre los directores del ENTECAP fueron muy fuertes y no descartó que hayan sido influencias económicas muy relacionadas con el Puerto de Buenos Aires y el Poder Legislativo.

-¿Por qué el traslado de la Capital a Viedma-Patagones-Guardia Mitre?

Ellos querían hacer una nueva Brasilia. Ellos querían tener un modelo de capital que fuera ejemplo para el mundo, con una ciudad armada dentro de un esquema super moderno. Esa era la idea que dejaban traslucir y te la comentaban. Tenían, concretamente, el afán de construir la super capital, por lo menos de América.

Sus argumentos en cierta manera yo los compartía, lo que no sé y no podría aseverar es si había una idea de escapar de las instituciones gremialistas y poderes económicos en la Capital Federal. Alfonsín, creo, quería escapar al ruido que lo tenía atormentado con los bombos en la puerta de la Casa Rosada. Acá les iba a costar un poco más reunir al millón de personas. En ese momento las circunstancias eran otras.

Hoy, a 20 años, creo que el ciudadano lo ha tomado como una novelita, pero en general fue positivo para Viedma: primero el reconocimiento a través de los medios de comunicación de nuestra zona, segundo nuestro propio reconocimiento del hermoso lugar en el que estamos viviendo y tercero la obra pública que nos quedó.

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