Las iniciativas de los presidentes que nunca se concretaron
Londres tiene el Museo de Cera más famoso del mundo. París, el impactante Louvre. El Cairo, la exposición más importante de la cultura egipcia. Buenos Aires podría sumar a su actual oferta un original atractivo: el Museo de los Proyectos, obras faraónicas que sólo lograron concretarse en los papeles o, en el mejor de los casos, en alguna sofisticada maqueta.
Londres tiene el Museo de Cera más famoso del mundo. París, el impactante Louvre. El Cairo, la exposición más importante de la cultura egipcia. Buenos Aires podría sumar a su actual oferta un original atractivo: el Museo de los Proyectos, obras faraónicas que sólo lograron concretarse en los papeles o, en el mejor de los casos, en alguna sofisticada maqueta.
Una moderna aeroísla reemplazaría al Aeroparque; el Riachuelo se transformaría en mil días en un cristalino espejo de agua; la Ciudad Judicial simplificaría la vida de miles de ciudadanos; la Capital emigraría al Sur; un tren de alta velocidad nos llevaría en cuestión de minutos al aeropuerto de Ezeiza; otro uniría Buenos Aires y Mar del Plata en tres horas. Y sigue la lista.
El puente Buenos Aires-Colonia, un estadio mundialista de voley con capacidad para 12.000 personas en la zona sur y ni que hablar de los vuelos espaciales que permitirían unir Córdoba con Japón ¡en una hora y media! O de la posibilidad de que la fusión nuclear (reacción que se produce en el interior del sol) fuera made in Argentina.
Las sucesivas crisis económicas, intrincados nudos burocráticos, el tufillo a corrupción o simplemente la inviabilidad de esas ideas hicieron que todo quedara en la nada.
Eso sí, la prolífica creatividad no se dio por vencida. No hubo presidente que lograra resistirse a la seducción de los grandes proyectos con la mente puesta, quizás, en el esperado día del corte de cinta con la correspondiente foto histórica.
Tal vez haya sido Juan Domingo Perón quien, sin saberlo, ponía la piedra fundacional para el Museo de los Proyectos cuando, en 1948, ordenó construir un laboratorio para producir la fusión nuclear en la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi.
Ronald Richter, un técnico nuclear austríaco, convenció al entonces presidente de desembolsar seis millones de dólares. Con una escenografía paradisíaca, Richter anunció que había logrado su "sol en miniatura". Perón ordenó una inspección en la isla y el informe de la comisión de expertos demostró que todo era una farsa. Richter fue destituido en 1952 y la Argentina se quedó sin sol propio.
El 16 de abril de 1986, Raúl Alfonsín anunció, desde los balcones del Ministerio de Economía, el proyecto nacional más ambicioso de la segunda mitad del siglo XX: el traslado de la Capital Federal al eje interurbano compuesto por Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre.
Un año después, cuando el Congreso aprobó la idea, los habitantes de la zona estallaron de alegría. Llovían promesas de inversiones y progreso, pero la caída del Plan Austral y las crecientes críticas hicieron que en la Patagonia se prolongara la sequía.
El ex presidente Carlos Menem podrá sentirse orgulloso: sería uno de los principales aportantes para el hipotético Museo de los Proyectos.
La aeroísla y la limpieza del Riachuelo en mil días -iniciativas piloteadas por Alvaro Alsogaray y su hija María Julia-, la Ciudad Judicial -motorizada por el entonces ministro de Justicia Rodolfo Barra-, el traslado del Ministerio de Obras Públicas -la demolición del edificio despejaría la avenida 9 de Julio- y el puente Colonia-Buenos Aires son algunas de las ideas que se engendraron durante sus administraciones.
El anuncio de la más impactante de las iniciativas quedó reservado para el propio Menem.
En marzo de 1996, ante la mirada atónita de alumnos de Tartagal (Salta), el entonces mandatario dijo: "Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera y, desde ahí, elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y, por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida".
En 1999, Eduardo Duhalde, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, propició la construcción del llamado "tren bala" a la costa atlántica. Nunca vio la luz. Durante la última campaña presidencial, Adolfo Rodríguez Saá dobló la apuesta. Ahora, el gobierno de Néstor Kirchner anunció con bombos y platillos el tren bala a Rosario. ¿Será ésa la próxima pieza del Museo de los Proyectos?
Por Florencia Carbone
De la Redacción de LA NACION
NOTA: Publicado el Lunes 5 de junio de 2006
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