Por Juan Maria Estrade
El proyecto de traslado de la capital del país hacia Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre, impulsado por el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, a mediados de los ´80, como una forma de implementar la fundación de la Segunda República, se fue diluyendo a través del tiempo, y dejó sumida a esta porción de tierra patagónica en la mayor orfandad.
Este desafío, que constituyó un hito siempre soñado por la doctrina radical, se tradujo en un despliegue de energías rápidamente agotadas, debido a un sinfín de razones, de orden político, económico, sociológico, histórico e ideológico. Sería muy complejo y demasiado ambicioso, realizar el análisis de cada una de ellas. Por tal motivo, este trabajo se limitará a señalar algunas de las que se consideran más relevantes:
- Para rediseñar una nueva Argentina no se recurrió a una orgánica red de articulaciones con todos los actores del espectro nacional, que previamente elaborara el consenso para sumar la mayor cantidad de voluntades necesarias.
- La falta de conciencia de la envergadura histórica de esta empresa, por parte de la población local, que lo vivió como una imposición, ajena a las expectativas e identidad de la zona.
- El Gobierno Nacional lanzó el desafío sin la suficiente sustentación de todo el espectro político partidario, que el traslado de la Capital Federal, junto con la reestructuración del Estado y el redimensionamiento del país, exigía previamente.
Para solventar los lineamientos conceptuales de la hipótesis, se recurre a un recorte de la información, que apunta a deducir las posibles y más importantes motivaciones, que troncharon las expectativas tendientes a redimensionar las estructuras del Estado, y a replantear la dinámica del país.
Este desafío, que constituyó un hito siempre soñado por la doctrina radical, se tradujo en un despliegue de energías rápidamente agotadas, debido a un sinfín de razones, de orden político, económico, sociológico, histórico e ideológico. Sería muy complejo y demasiado ambicioso, realizar el análisis de cada una de ellas. Por tal motivo, este trabajo se limitará a señalar algunas de las que se consideran más relevantes:
- Para rediseñar una nueva Argentina no se recurrió a una orgánica red de articulaciones con todos los actores del espectro nacional, que previamente elaborara el consenso para sumar la mayor cantidad de voluntades necesarias.
- La falta de conciencia de la envergadura histórica de esta empresa, por parte de la población local, que lo vivió como una imposición, ajena a las expectativas e identidad de la zona.
- El Gobierno Nacional lanzó el desafío sin la suficiente sustentación de todo el espectro político partidario, que el traslado de la Capital Federal, junto con la reestructuración del Estado y el redimensionamiento del país, exigía previamente.
Para solventar los lineamientos conceptuales de la hipótesis, se recurre a un recorte de la información, que apunta a deducir las posibles y más importantes motivaciones, que troncharon las expectativas tendientes a redimensionar las estructuras del Estado, y a replantear la dinámica del país.
EL DISCURSO PRESIDENCIAL
Todo estaba preparado para que el 22 de Abril de 1986, Viedma y Carmen de Patagones celebraran su cumpleaños 207. Nada desacostumbrado se encontraba dentro de la programación.
Se dice que el entonces Presidente Raúl Ricardo Alfonsín tenía previsto formular en la Comarca, la histórica invitación hacia “el sur, el mar y el frío” para la instalación de la sede del gobierno nacional en esta región norpatagónica.
El ambicioso proyecto de convertir a Viedma y Carmen de Patagones en el Nuevo Distrito Federal, junto con Guardia Mitre, población rionegrina cuyo nacimiento data de casi cien años después, respondía al reiterado sueño radical de lograr una nueva cara para la Argentina, mediante la fundación de la Segunda República.
El domingo 13 de Abril anterior a la fecha aniversario de esta porción austral de territorio, el diario “Clarín” sacudió al país con su primera plana a través del siguiente anuncio: “El Gobierno estudia el traslado de la Capital a Viedma”.
La primicia sensacional repercutió a lo largo y ancho del país y se convirtió en agenda obligada de todos los medios, a pesar de que el tema se venía hablando en reserva entre los círculos más allegados al poder político, desde por lo menos dos meses antes.
Este comentario se nacionalizó rápidamente y obligó al Dr. Alfonsín a adelantar tan trascendental mensaje, con una visita a la ciudad de Viedma, concretada el 16 de Abril.
En ese tiempo, Omar Nelson Livigni era corresponsal en la localidad del diario “Clarín”. Dicho periodista fue el autor de la información en la que se basó el medio gráfico para revelar este secreto, cuidadosamente guardado en el entorno más cercano de las autoridades nacionales y del Gobernador de la Provincia de Río Negro, Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero.
Carlos Espinosa, en “Perfiles y Postales”, transcribe los entretelones revelados por Livigni que le permitieron tomar contacto con los preliminares del proyectado traslado: “un conjunto de indicios, que se venían gestando durante febrero y marzo en el mayor sigilo, pero, que posibilitaron conocer de qué se trataba. Entre ellos una reunión en Viedma, en el domicilio del vecino Alberto Andría, donde el Gobernador Osvaldo Álvarez Guerrero dejó trascender el proyecto de traslado y las tareas de relevamiento que se encontraban efectuando los arquitectos Ríopedre y Bacigalupo (designados por la Presidencia de la Nación), sus equipos técnicos y otras precisiones”.
Tras la inesperada filtración noticiosa realizada por el matutino nacional, el Presidente dedicó el lunes 14 a completar con sus asesores una serie de argumentos explicativos del plan; el martes 15, por la noche, pronunció un discurso por cadena nacional, ante los miembros del denominado “Consejo para la Consolidación de la Democracia”, integrado por personalidades de la cultura. Y al día siguiente viajó a Viedma.
En la capital rionegrina realizó tres actividades: visita a la Legislatura, con mensaje ante los parlamentarios provinciales; un breve acto en la casa de Gobierno, para entregarle al primer mandatario local una carpeta con el proyecto de traslado; y finalmente, un discurso desde los balcones del Ministerio de Economía, frente al río Negro, ante unas cinco mil personas; algunas con pancartas en las que mencionaban a tal o cual ciudad del interior rionegrino, como sede para la hipotética capital provincial.
Se dice que el entonces Presidente Raúl Ricardo Alfonsín tenía previsto formular en la Comarca, la histórica invitación hacia “el sur, el mar y el frío” para la instalación de la sede del gobierno nacional en esta región norpatagónica.
El ambicioso proyecto de convertir a Viedma y Carmen de Patagones en el Nuevo Distrito Federal, junto con Guardia Mitre, población rionegrina cuyo nacimiento data de casi cien años después, respondía al reiterado sueño radical de lograr una nueva cara para la Argentina, mediante la fundación de la Segunda República.
El domingo 13 de Abril anterior a la fecha aniversario de esta porción austral de territorio, el diario “Clarín” sacudió al país con su primera plana a través del siguiente anuncio: “El Gobierno estudia el traslado de la Capital a Viedma”.
La primicia sensacional repercutió a lo largo y ancho del país y se convirtió en agenda obligada de todos los medios, a pesar de que el tema se venía hablando en reserva entre los círculos más allegados al poder político, desde por lo menos dos meses antes.
Este comentario se nacionalizó rápidamente y obligó al Dr. Alfonsín a adelantar tan trascendental mensaje, con una visita a la ciudad de Viedma, concretada el 16 de Abril.
En ese tiempo, Omar Nelson Livigni era corresponsal en la localidad del diario “Clarín”. Dicho periodista fue el autor de la información en la que se basó el medio gráfico para revelar este secreto, cuidadosamente guardado en el entorno más cercano de las autoridades nacionales y del Gobernador de la Provincia de Río Negro, Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero.
Carlos Espinosa, en “Perfiles y Postales”, transcribe los entretelones revelados por Livigni que le permitieron tomar contacto con los preliminares del proyectado traslado: “un conjunto de indicios, que se venían gestando durante febrero y marzo en el mayor sigilo, pero, que posibilitaron conocer de qué se trataba. Entre ellos una reunión en Viedma, en el domicilio del vecino Alberto Andría, donde el Gobernador Osvaldo Álvarez Guerrero dejó trascender el proyecto de traslado y las tareas de relevamiento que se encontraban efectuando los arquitectos Ríopedre y Bacigalupo (designados por la Presidencia de la Nación), sus equipos técnicos y otras precisiones”.
Tras la inesperada filtración noticiosa realizada por el matutino nacional, el Presidente dedicó el lunes 14 a completar con sus asesores una serie de argumentos explicativos del plan; el martes 15, por la noche, pronunció un discurso por cadena nacional, ante los miembros del denominado “Consejo para la Consolidación de la Democracia”, integrado por personalidades de la cultura. Y al día siguiente viajó a Viedma.
En la capital rionegrina realizó tres actividades: visita a la Legislatura, con mensaje ante los parlamentarios provinciales; un breve acto en la casa de Gobierno, para entregarle al primer mandatario local una carpeta con el proyecto de traslado; y finalmente, un discurso desde los balcones del Ministerio de Economía, frente al río Negro, ante unas cinco mil personas; algunas con pancartas en las que mencionaban a tal o cual ciudad del interior rionegrino, como sede para la hipotética capital provincial.
UN POCO DE HISTORIA DEL LUGAR ELEGIDO
En la segunda mitad del siglo XVIII, el litoral norte de la Patagonia, mal conocido por navegantes y exploradores, estaba poblado por tribus nómades de tehuelches, diestros en la caza de guanacos y avestruces y en la recolección. Se abrigaban con quillangos, y aprovecharon las ventajas naturales que ofrecían las márgenes del Curuleuvú (Río Negro) y la abundancia de flora y de fauna silvestre local, que contrastaba con la aridez de las mesetas patagónicas. Sitio favorito de estos primitivos pobladores fue la Laguna del Juncal, ubicada al suroeste de la actual ciudad de Viedma.
Hacia 1750, ya se había iniciado el desplazamiento de los tehuelches por parte de los araucanos, que llegaban atraídos por el ganado que robaban en las estancias del norte para revender en Chile. El río Salado obraba como línea divisoria entre las tierras de malones y las poblaciones del sur bonaerense.
El peligro era claro: Inglaterra, en plena expansión ultramarina, estaba dispuesta a organizar nuevas colonias a expensas del Imperio Español. Necesitaba puertos y abrigos seguros para sus barcos pesqueros y mercantiles, al igual que para sus fuerzas navales. Además quería resarcirse de las pérdidas de sus colonias de América del Norte. España, consciente de esta amenaza, ordenaba reconocimientos en las costas y en el mar de estas zonas, que arrojaban un saldo inquietante: la noticia de que los ingleses se habían establecido en las islas Malvinas. La Corona, entonces, se dispuso a expulsarlos de allí y asegurarse el control de la región austral, mediante exploraciones minuciosas y algunas fundaciones en el litoral de la Patagonia.
Hasta esa fecha, los intentos de establecer enclaves permanentes en el sur, habían fallado. La hostilidad del clima, la presencia de indígenas transhumantes, la lejanía de los centros poblados por el español, conspiraron para que fracasaran las empresas que se iniciaron en Santiago de Chile y en Buenos Aires.
En la década del 1770, la Corona tenía conciencia del alto riesgo que representaba mantener esos espacios vacíos. Es entonces que se dieron órdenes de que se ocuparan inmediatamente los puntos neurálgicos de Bahía sin Fondo (actual Golfo de San Matías) y Bahía San Julián. Se insistía en que estas poblaciones no debían ser abandonadas y que era necesario la construcción de fuertes para protegerlas.
Francisco de Viedma fue seleccionado para encabezar el poblamiento de San Julián y Juan de la Piedra tuvo como destino Bahía sin Fondo. El Virrey Vértiz designó al primero como Comisionado Superintendente de la región asignada. El 7 de Enero, las embarcaciones fondeaban en San José y surgió la fundación de la villa del mismo nombre (Península de Valdéz, Chubut).
Entre tanto, se exploraron las costas cercanas y especialmente la boca de los ríos Colorado y Negro. Fue el piloto Basilio Villarino, quien sorteó hábilmente la boca del Curru Leuvú y navegó aguas arriba. Lo sedujo el caudaloso río bordeado por sauces y el contraste que ofrecía con la árida península que acababa de abandonar. De regreso a San José narró los resultados de su expedición. Francisco de Viedma, que se encontraba a cargo de ese establecimiento, optó por trasladar a su gente al Río Negro.
El Fuerte de Nuestra Señora del Carmen se emplazó en la banda sur del río, donde actualmente se encuentra el Centro Cultural de la Capital rionegrina.
El sitio fue seleccionado por sus condiciones de fertilidad, porque era accesible para regar y porque facilitaba la labranza y la agricultura.
Hacia 1750, ya se había iniciado el desplazamiento de los tehuelches por parte de los araucanos, que llegaban atraídos por el ganado que robaban en las estancias del norte para revender en Chile. El río Salado obraba como línea divisoria entre las tierras de malones y las poblaciones del sur bonaerense.
El peligro era claro: Inglaterra, en plena expansión ultramarina, estaba dispuesta a organizar nuevas colonias a expensas del Imperio Español. Necesitaba puertos y abrigos seguros para sus barcos pesqueros y mercantiles, al igual que para sus fuerzas navales. Además quería resarcirse de las pérdidas de sus colonias de América del Norte. España, consciente de esta amenaza, ordenaba reconocimientos en las costas y en el mar de estas zonas, que arrojaban un saldo inquietante: la noticia de que los ingleses se habían establecido en las islas Malvinas. La Corona, entonces, se dispuso a expulsarlos de allí y asegurarse el control de la región austral, mediante exploraciones minuciosas y algunas fundaciones en el litoral de la Patagonia.
Hasta esa fecha, los intentos de establecer enclaves permanentes en el sur, habían fallado. La hostilidad del clima, la presencia de indígenas transhumantes, la lejanía de los centros poblados por el español, conspiraron para que fracasaran las empresas que se iniciaron en Santiago de Chile y en Buenos Aires.
En la década del 1770, la Corona tenía conciencia del alto riesgo que representaba mantener esos espacios vacíos. Es entonces que se dieron órdenes de que se ocuparan inmediatamente los puntos neurálgicos de Bahía sin Fondo (actual Golfo de San Matías) y Bahía San Julián. Se insistía en que estas poblaciones no debían ser abandonadas y que era necesario la construcción de fuertes para protegerlas.
Francisco de Viedma fue seleccionado para encabezar el poblamiento de San Julián y Juan de la Piedra tuvo como destino Bahía sin Fondo. El Virrey Vértiz designó al primero como Comisionado Superintendente de la región asignada. El 7 de Enero, las embarcaciones fondeaban en San José y surgió la fundación de la villa del mismo nombre (Península de Valdéz, Chubut).
Entre tanto, se exploraron las costas cercanas y especialmente la boca de los ríos Colorado y Negro. Fue el piloto Basilio Villarino, quien sorteó hábilmente la boca del Curru Leuvú y navegó aguas arriba. Lo sedujo el caudaloso río bordeado por sauces y el contraste que ofrecía con la árida península que acababa de abandonar. De regreso a San José narró los resultados de su expedición. Francisco de Viedma, que se encontraba a cargo de ese establecimiento, optó por trasladar a su gente al Río Negro.
El Fuerte de Nuestra Señora del Carmen se emplazó en la banda sur del río, donde actualmente se encuentra el Centro Cultural de la Capital rionegrina.
El sitio fue seleccionado por sus condiciones de fertilidad, porque era accesible para regar y porque facilitaba la labranza y la agricultura.
Pero, las aguas del río, en esta porción de la geografía patagónica, sufren diariamente el influjo de las mareas y el 13 de junio, debido a una inusitada crecida, el sitio elegido fue inundado y la gente se salvó trepada en los techos de los ranchos.
Como consecuencia de la catástrofe, el fuerte y el poblado se mudaron a la banda norte, más escarpada y segura, pero menos apta para los cultivos.
En octubre de 1779 arribaron los primeros colonos, procedentes de provincias del norte de España, como Galicia, Asturias, Castilla la Vieja y León. Algunos eran maragatos de Astorga y darían su nombre a los nativos del Carmen.
Hay distintas versiones acerca de los orígenes de los maragatos: descendientes de Berberiscos convertidos al catolicismo; españoles que ejercían el comercio ambulante y, por lo tanto, no tenían arraigo geográfico; pueblos de arrieros. Lo cierto es que eran proverbiales su sobriedad y honradez.
Francisco de Viedma, muy pronto, fue nombrado gobernador intendente de Cochabamba, Alto Perú. En un memorial enviado al Virrey Loreto, continuaba preocupado por el futuro de las poblaciones por él fundadas y expresaba que estos establecimientos patagónicos, estaban en peligro porque “la mayoría conspiró con el único fin de destruirlos”.
Argumentaba este hidalgo español, que era éste un hito importante desde el punto de vista estratégico, por ser la línea defensiva que debía fortalecerse a fin de preservar la frontera bonaerense. A su vez, exponía el potencial económico que significaba la pesca de la ballena, y estimaba que por el río Negro se podría comerciar directamente con Chile y Mendoza.
Los conceptos salientes de esta memoria de Francisco de Viedma, serán citados un siglo más tarde en el mensaje que el Presidente Nicolás Avellanada envió al Congreso (1878), proponiendo la iniciación de la conquista definitiva del desierto.
Durante largo tiempo, los establecimientos patagónicos no recibieron el apoyo de Buenos Aires, ni tampoco del gobierno de Madrid.
Los maragatos subsistían gracias a los cultivos de cereales y hortalizas en las márgenes del río. Existía un importante intercambio con los indígenas de la zona: tabaco, aguardiente, azúcar, por parte de los cristianos, y pieles de guanaco, liebre y zorro, cueros vacunos y plumas de avestruces, del lado de los aborígenes. Este comercio continuó hasta fines del siglo XIX.
La población estaba prácticamente aislada del resto del virreinato, lo que acentuó su individualismo y su capacidad de autodefensa. La comunicación con Buenos Aires se realizaba por vía marítima en viajes que duraban un par de semanas y la vía terrestre era casi intransitable, por la falta de aguadas.
Con el advenimiento de la Revolución de Mayo, los maragatos no se sintieron identificados, ni con el ideario, ni con las nuevas autoridades políticas. Durante ese lapso, que se prolongó durante casi dos décadas, varias sublevaciones y motines perturbaron la pacífica vida del Carmen.
No obstante, a partir de la administración de Martín Rodríguez, los pueblos que se encontraban en áreas de fronteras, incluido El Carmen, empezaron a conocer las ventajas de integrar un gobierno independiente. Se censaron la población, el ganado; se produjeron reformas administrativas que separaron las funciones de comandante militar, de alcalde, juez de paz y jefe de policía. Los vecinos fueron invitados a designar a los nuevos funcionarios.
Se fundó la primera escuela pública; se enviaron útiles de labranza y semilla; se logró una protección aduanera para la sal; se reglamentó la pesca y la caza marítima y otras mejoras desde el punto de vista económico, político y social.
Como consecuencia de la catástrofe, el fuerte y el poblado se mudaron a la banda norte, más escarpada y segura, pero menos apta para los cultivos.
En octubre de 1779 arribaron los primeros colonos, procedentes de provincias del norte de España, como Galicia, Asturias, Castilla la Vieja y León. Algunos eran maragatos de Astorga y darían su nombre a los nativos del Carmen.
Hay distintas versiones acerca de los orígenes de los maragatos: descendientes de Berberiscos convertidos al catolicismo; españoles que ejercían el comercio ambulante y, por lo tanto, no tenían arraigo geográfico; pueblos de arrieros. Lo cierto es que eran proverbiales su sobriedad y honradez.
Francisco de Viedma, muy pronto, fue nombrado gobernador intendente de Cochabamba, Alto Perú. En un memorial enviado al Virrey Loreto, continuaba preocupado por el futuro de las poblaciones por él fundadas y expresaba que estos establecimientos patagónicos, estaban en peligro porque “la mayoría conspiró con el único fin de destruirlos”.
Argumentaba este hidalgo español, que era éste un hito importante desde el punto de vista estratégico, por ser la línea defensiva que debía fortalecerse a fin de preservar la frontera bonaerense. A su vez, exponía el potencial económico que significaba la pesca de la ballena, y estimaba que por el río Negro se podría comerciar directamente con Chile y Mendoza.
Los conceptos salientes de esta memoria de Francisco de Viedma, serán citados un siglo más tarde en el mensaje que el Presidente Nicolás Avellanada envió al Congreso (1878), proponiendo la iniciación de la conquista definitiva del desierto.
Durante largo tiempo, los establecimientos patagónicos no recibieron el apoyo de Buenos Aires, ni tampoco del gobierno de Madrid.
Los maragatos subsistían gracias a los cultivos de cereales y hortalizas en las márgenes del río. Existía un importante intercambio con los indígenas de la zona: tabaco, aguardiente, azúcar, por parte de los cristianos, y pieles de guanaco, liebre y zorro, cueros vacunos y plumas de avestruces, del lado de los aborígenes. Este comercio continuó hasta fines del siglo XIX.
La población estaba prácticamente aislada del resto del virreinato, lo que acentuó su individualismo y su capacidad de autodefensa. La comunicación con Buenos Aires se realizaba por vía marítima en viajes que duraban un par de semanas y la vía terrestre era casi intransitable, por la falta de aguadas.
Con el advenimiento de la Revolución de Mayo, los maragatos no se sintieron identificados, ni con el ideario, ni con las nuevas autoridades políticas. Durante ese lapso, que se prolongó durante casi dos décadas, varias sublevaciones y motines perturbaron la pacífica vida del Carmen.
No obstante, a partir de la administración de Martín Rodríguez, los pueblos que se encontraban en áreas de fronteras, incluido El Carmen, empezaron a conocer las ventajas de integrar un gobierno independiente. Se censaron la población, el ganado; se produjeron reformas administrativas que separaron las funciones de comandante militar, de alcalde, juez de paz y jefe de policía. Los vecinos fueron invitados a designar a los nuevos funcionarios.
Se fundó la primera escuela pública; se enviaron útiles de labranza y semilla; se logró una protección aduanera para la sal; se reglamentó la pesca y la caza marítima y otras mejoras desde el punto de vista económico, político y social.
LA GESTA DE PATAGONES
Debido al bloqueo del puerto de Buenos Aires por la escuadra imperial brasileña (1825), el Carmen se convirtió en el único refugio atlántico, accesible para los buques con bandera nacional. Los corsarios y las naves extranjeras, pululaban por esta zona, atraídos por la relevancia de este puerto local.
En diciembre de 1825, ya la guarnición local desactivó un intento de invasión por parte de los marinos imperiales, y la máxima expresión de la soberanía nacional, debido a la audacia y al valor de los habitantes de estas tierras, se dio en 1827.
En efecto, tal vez, con el objeto de sublevar a las tribus de estas orillas a fin de atrapar a Buenos Aires entre dos fuegos, tal vez con la meta de establecer un asiento definitivo en la Patagonia, que hiciera factible la conquista del Río de la Plata, el 25 de febrero, barcos brasileños con capacidad ofensiva superior a la guarnición local, se presentaron en la boca del río y se produjo el primer encuentro bélico.
No obstante la férrea valentía de la población local, los invasores lograron penetrar en el río y avanzar hasta las puertas del fuerte.
En la madrugada del 7 de marzo, los brasileños, al desembarcar en suelo firme y también en el agua, se encontraron con que no sólo los varones estaban dispuestos al combate: viejos, mujeres y niños, se habían preparado para resistir. Chacareros, artesanos, hacendados y comerciantes, también integraban la milicia.
Abierta la línea de fuego y avanzadas las hostilidades, los imperiales debieron presentar la rendición incondicional, derrotados por las fuerzas militares, improvisadas, y por el fervor de todo el pueblo patagónico.
Carmen de Patagones, tuvo un progreso muy escaso hasta 1852. La batalla de Caseros, inauguró una nueva etapa en la historia de la provincia y en su lejana frontera sur. Campañas de alfabetización, construcción de una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes en la costa sur, edificación de escuelas y de fincas urbanas, que se distribuían entre los habitantes de las laderas de la barranca, consolidación de chacras y estancias, fortalecimiento de la explotación de sal, asentamiento de nuevas familias.
En diciembre de 1825, ya la guarnición local desactivó un intento de invasión por parte de los marinos imperiales, y la máxima expresión de la soberanía nacional, debido a la audacia y al valor de los habitantes de estas tierras, se dio en 1827.
En efecto, tal vez, con el objeto de sublevar a las tribus de estas orillas a fin de atrapar a Buenos Aires entre dos fuegos, tal vez con la meta de establecer un asiento definitivo en la Patagonia, que hiciera factible la conquista del Río de la Plata, el 25 de febrero, barcos brasileños con capacidad ofensiva superior a la guarnición local, se presentaron en la boca del río y se produjo el primer encuentro bélico.
No obstante la férrea valentía de la población local, los invasores lograron penetrar en el río y avanzar hasta las puertas del fuerte.
En la madrugada del 7 de marzo, los brasileños, al desembarcar en suelo firme y también en el agua, se encontraron con que no sólo los varones estaban dispuestos al combate: viejos, mujeres y niños, se habían preparado para resistir. Chacareros, artesanos, hacendados y comerciantes, también integraban la milicia.
Abierta la línea de fuego y avanzadas las hostilidades, los imperiales debieron presentar la rendición incondicional, derrotados por las fuerzas militares, improvisadas, y por el fervor de todo el pueblo patagónico.
Carmen de Patagones, tuvo un progreso muy escaso hasta 1852. La batalla de Caseros, inauguró una nueva etapa en la historia de la provincia y en su lejana frontera sur. Campañas de alfabetización, construcción de una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes en la costa sur, edificación de escuelas y de fincas urbanas, que se distribuían entre los habitantes de las laderas de la barranca, consolidación de chacras y estancias, fortalecimiento de la explotación de sal, asentamiento de nuevas familias.
FUNDACION DE GUARDIA MITRE
Para acentuar las defensas de las fronteras contra los indios, se estableció un fortín en la orilla norte del río, denominado Guardia Nueva, Fortín China Muerta o Guardia General Mitre. En definitiva la población surgida en consecuencia, llevaría este último nombre en honor al entonces Presidente de la República, que había pasado su infancia en Patagones.
Allí, se estableció un servicio de balsas, y en 1878, Guardia General Mitre dejó de pertenecer a la provincia de Buenos Aires, para integrar la Gobernación de la Patagonia.
Allí, se estableció un servicio de balsas, y en 1878, Guardia General Mitre dejó de pertenecer a la provincia de Buenos Aires, para integrar la Gobernación de la Patagonia.
LA PRIMERA CAPITAL DE LA PATAGONIA
Con la campaña al desierto, se produjeron grandes cambios en la historia política de esta región. En 1878, al formarse la Gobernación de la Patagonia, Mercedes de Patagones, en la banda sur, se convirtió en su cabecera, mientras El Carmen, en la costa norte, quedó dentro de la provincia de Buenos Aires.
Esta división administrativa, formaba parte de un plan para tomar posesión real y efectiva de la Patagonia. Así lo expresó, como ya se mencionó, el Presidente Avellaneda, en el mensaje al Congreso Nacional, que organizó la expedición que encabezó el General Roca en 1879. Se elogiaban las condiciones del río Negro para sustentar a numerosos pueblos capaces de ser en “poco tiempo la salvaguardia de nuestros intereses, y el centro de un nuevo y poderoso estado federal, en posesión de un camino interoceánico barato, a través de la cordillera”.
Se llevaron las fronteras del país al río Negro, y la Ley 954 designó al Coronel Álvaro Barros, Gobernador de la Patagonia: unos 800.000 kilómetros cuadrados de territorio. En 1879, se cambió el nombre de Mercedes de Patagones por el de Viedma. Una forma de rendir homenaje al fundador Francisco de Viedma, que un siglo atrás había advertido sobre las bondades de la naturaleza y la importancia estratégica de la región.
La condición de centro administrativo de una región tan extensa, representó para Viedma, una buena oportunidad de crecer, y en 1884, la Ley de Territorios Nacionales, modificó su condición: a partir de entonces pasó a ser la capital del nuevo Territorio Río Negro, mientras Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, constituían jurisdicciones separadas.
Carmen de Patagones, del otro lado del río, mantenía su condición de puerta de entrada a la Patagonia, para la provincia bonaerense y se había convertido en un importante centro comercial y nudo de comunicaciones del Valle Inferior. En 1886, la histórica ciudad del Carmen, fue designada cabecera del partido de Patagones.
En 1889, una verdadera catástrofe sorprendió a Viedma y Patagones: la gran inundación. La capital del Territorio de Río Negro sufrió daños cuantiosos. Prácticamente no quedó ningún edificio en pie. De manera provisoria, la administración se estableció en Choele Choel.
En 1900, el Ministerio del Interior, se inclinó porque Viedma fuera nuevamente capital rionegrina, debido a sus comunicaciones con Buenos Aires, relativamente fáciles, y a sus ciento veintiún años de existencia.
Pero la región de Viedma y Patagones, se vio conmovida por la construcción del Ferrocarril Sur entre Bahía Blanca y el Alto Valle, en 1899, que sustrajo a ambas ciudades todo el comercio de la zona, el que a partir de entonces, se vinculó directamente con Bahía Blanca.
Además, el desarrollo del puerto de San Antonio Oeste con dos importantes firmas comerciales, también quitó protagonismo a la comarca.
La región liderada por Viedma se redujo a los departamentos de Adolfo Alsina y General Conesa, y se visualizó esta situación en los moderados progresos edilicios, demográficos, institucionales y culturales de la capital de 1910 en adelante.
Las poblaciones de ambas bandas del río Negro, tenían un cierto desarrollo del comercio fluvial y marítimo, pero ni Viedma, ni Carmen de Patagones, habían crecido de acuerdo con las expectativas que ello traía aparejadas.
El transporte carretero y el servicio vial, se vieron mejorados por la inauguración, en 1931, del puente ferrocarretero, que actualmente sigue conectando las dos ciudades.
La histórica ciudad del Carmen se cerró sobre si misma, mientras Viedma languideció como capital de un territorio nacional gobernado desde Buenos Aires, y que solo podía elegir sus autoridades municipales.
En 1955 el Congreso Nacional declaró provincia al Territorio de Río Negro, y en 1957, en Viedma, se reunió la Convención Constituyente, que sancionó la Constitución, pero no definió la capital. En el período del Gobernador Mario Franco (1973-1976), por ley de la Legislatura, Viedma se convirtió en la capital de la Provincia de Río Negro. Edgardo Castello fue elegido por el voto popular, primer Gobernador constitucional.
Esta división administrativa, formaba parte de un plan para tomar posesión real y efectiva de la Patagonia. Así lo expresó, como ya se mencionó, el Presidente Avellaneda, en el mensaje al Congreso Nacional, que organizó la expedición que encabezó el General Roca en 1879. Se elogiaban las condiciones del río Negro para sustentar a numerosos pueblos capaces de ser en “poco tiempo la salvaguardia de nuestros intereses, y el centro de un nuevo y poderoso estado federal, en posesión de un camino interoceánico barato, a través de la cordillera”.
Se llevaron las fronteras del país al río Negro, y la Ley 954 designó al Coronel Álvaro Barros, Gobernador de la Patagonia: unos 800.000 kilómetros cuadrados de territorio. En 1879, se cambió el nombre de Mercedes de Patagones por el de Viedma. Una forma de rendir homenaje al fundador Francisco de Viedma, que un siglo atrás había advertido sobre las bondades de la naturaleza y la importancia estratégica de la región.
La condición de centro administrativo de una región tan extensa, representó para Viedma, una buena oportunidad de crecer, y en 1884, la Ley de Territorios Nacionales, modificó su condición: a partir de entonces pasó a ser la capital del nuevo Territorio Río Negro, mientras Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, constituían jurisdicciones separadas.
Carmen de Patagones, del otro lado del río, mantenía su condición de puerta de entrada a la Patagonia, para la provincia bonaerense y se había convertido en un importante centro comercial y nudo de comunicaciones del Valle Inferior. En 1886, la histórica ciudad del Carmen, fue designada cabecera del partido de Patagones.
En 1889, una verdadera catástrofe sorprendió a Viedma y Patagones: la gran inundación. La capital del Territorio de Río Negro sufrió daños cuantiosos. Prácticamente no quedó ningún edificio en pie. De manera provisoria, la administración se estableció en Choele Choel.
En 1900, el Ministerio del Interior, se inclinó porque Viedma fuera nuevamente capital rionegrina, debido a sus comunicaciones con Buenos Aires, relativamente fáciles, y a sus ciento veintiún años de existencia.
Pero la región de Viedma y Patagones, se vio conmovida por la construcción del Ferrocarril Sur entre Bahía Blanca y el Alto Valle, en 1899, que sustrajo a ambas ciudades todo el comercio de la zona, el que a partir de entonces, se vinculó directamente con Bahía Blanca.
Además, el desarrollo del puerto de San Antonio Oeste con dos importantes firmas comerciales, también quitó protagonismo a la comarca.
La región liderada por Viedma se redujo a los departamentos de Adolfo Alsina y General Conesa, y se visualizó esta situación en los moderados progresos edilicios, demográficos, institucionales y culturales de la capital de 1910 en adelante.
Las poblaciones de ambas bandas del río Negro, tenían un cierto desarrollo del comercio fluvial y marítimo, pero ni Viedma, ni Carmen de Patagones, habían crecido de acuerdo con las expectativas que ello traía aparejadas.
El transporte carretero y el servicio vial, se vieron mejorados por la inauguración, en 1931, del puente ferrocarretero, que actualmente sigue conectando las dos ciudades.
La histórica ciudad del Carmen se cerró sobre si misma, mientras Viedma languideció como capital de un territorio nacional gobernado desde Buenos Aires, y que solo podía elegir sus autoridades municipales.
En 1955 el Congreso Nacional declaró provincia al Territorio de Río Negro, y en 1957, en Viedma, se reunió la Convención Constituyente, que sancionó la Constitución, pero no definió la capital. En el período del Gobernador Mario Franco (1973-1976), por ley de la Legislatura, Viedma se convirtió en la capital de la Provincia de Río Negro. Edgardo Castello fue elegido por el voto popular, primer Gobernador constitucional.
LA CUESTION DE LA CAPITAL EN LA REPUBLICA
La capitalización definitiva de Buenos Aires, en 1880, trajo aparejadas importantes obras de índole económica, edilicia, institucional y social, que la favorecieron de allí en adelante.
En 1914, la ciudad era una metrópoli cuyos adelantos sorprendían a los periodistas y viajeros que la visitaban. Ya funcionaba el subterráneo, había miles de aparatos telefónicos instalados, los barrios céntricos disponían de luz eléctrica, aguas corrientes, cloacas y calles asfaltadas o adoquinadas.
Los muelles portuarios, la Avenida de Mayo, eje de una de las zonas de construcción más modernas, los palacetes de la Avenida Alvear, no tenían rivales en las capitales sudamericanas.
Los censos industriales fueron revelando cómo se distribuían las actividades en el país y su concentración en la capital federal y el litoral. La capital de la República concentraba en 1913 el 35 por ciento del potencial industrial, mientras Santa Fe, pasaba del 25 al 7 por ciento. Buenos Aires poseía el 26 por ciento de las máquinas de vapor, y el 40 por ciento de los motores eléctricos, mientras la provincia del mismo nombre contaba con 42,5 y 32 por ciento respectivamente. “Dicho en otros términos -afirma Adolfo Dorfman- entre ambas abarcan casi las tres cuartas partes de la fueza motriz fundamental que mueve la industria argentina; resta para el Litoral y el Interior un escaso equipo técnico y mecánico”
En 1914, la ciudad era una metrópoli cuyos adelantos sorprendían a los periodistas y viajeros que la visitaban. Ya funcionaba el subterráneo, había miles de aparatos telefónicos instalados, los barrios céntricos disponían de luz eléctrica, aguas corrientes, cloacas y calles asfaltadas o adoquinadas.
Los muelles portuarios, la Avenida de Mayo, eje de una de las zonas de construcción más modernas, los palacetes de la Avenida Alvear, no tenían rivales en las capitales sudamericanas.
Los censos industriales fueron revelando cómo se distribuían las actividades en el país y su concentración en la capital federal y el litoral. La capital de la República concentraba en 1913 el 35 por ciento del potencial industrial, mientras Santa Fe, pasaba del 25 al 7 por ciento. Buenos Aires poseía el 26 por ciento de las máquinas de vapor, y el 40 por ciento de los motores eléctricos, mientras la provincia del mismo nombre contaba con 42,5 y 32 por ciento respectivamente. “Dicho en otros términos -afirma Adolfo Dorfman- entre ambas abarcan casi las tres cuartas partes de la fueza motriz fundamental que mueve la industria argentina; resta para el Litoral y el Interior un escaso equipo técnico y mecánico”
PROYECTOS REFORMISTAS
Ante esta situación, la clase política más esclarecida planteó, desde comienzos de siglo, reformas para revertir el desequilibrio entre la capital y las provincias.
Tales proyectos chocaban con la indiferencia de quienes, siendo de origen provinciano, aprovechaban el cargo público, en el Congreso o en los Ministerios, para instalarse en la capital, mezclar su sangre con el patriciado local y olvidar los intereses de la región a la que representaban. Por eso abundaron lúcidos diagnósticos de los males argentinos, pero no prosperaron los remedios para subsanarlos.
El Senador Carlos Pellegrini, en 1900, inspiró un proyecto para crear una nueva provincia con parte del territorio bonaerense y pampeano, y con capital en la ciudad de Bahía Blanca.
En 1912, una nueva iniciativa del entonces Presidente Roque Sáenz Peña, bregó por la federalización del partido de Avellaneda, pero los periódicos, aseguraron otra intención. Sostuvo La Nueva Provincia (Bahía Blanca), que “se trata de un sondeo de la opinión pública, para federalizar un territorio más extenso: los 50 kilómetros que van del Tigre al Norte, Luján al oeste y La Plata, al sur”. Se decía también, que el Presidente había sido seducido por las comodidades que La Plata ofrecía como sede del Gobierno Nacional, cercana a Buenos Aires, pero alejadas de las presiones de las grandes urbes.
Los trabajos del historiador rosarino Juan Álvarez, constituyeron un aporte valiosísimo para el análisis de las distorsiones existentes entre la capital y el interior. Referente al crecimiento desmesurado de la capital federal, este ensayista expresaba:
“No es misterio que el federalismo argentino jamás movió todos sus resortes en forma satisfactoria…; la ciudad de Buenos Aires se ha tornado una cabeza enorme y escapa también al sistema federal en su gobierno propio”.
Álvarez estudió una serie de influencias determinantes para el crecimiento del área metropolitana y señaló: la existencia de una política diferencial de calados que favorecía al puerto de Buenos Aires; la localización de industrias manufactureras en ese radio; el sistema ferroviario que convergía en una única terminal que desembocaba en el río de La Plata y, por último, la residencia del Gobierno Nacional, que e convertía en un atractivo porque la gente pretendía radicarse cerca de la autoridad y, los agentes financieros, representantes de bancos, seguros, y de compañías extranjeras, pretendían estar en contacto con los poderes públicos.
Sostenía, entonces, que era preciso descentralizar y retirar paulatinamente de la capital, los elementos que aceleraran su crecimiento, por ejemplo, muchas oficinas nacionales cuya labor sería más eficaz en otros puntos del territorio.
Es interesante destacar, cómo este argumento, tuvo vigencia siete décadas después, ya que las razones sustentadas por el entonces presidente Raúl Alfonsín para el traslado de la capital, encontraron su soporte en fundamentos semejantes.
La etapa de industrialización que comenzó el país alrededor de 1935, posterior a la gran depresión económica, trajo preocupación en economistas, políticos y ensayistas, quienes comenzaron a publicar informes y ensayos; entre los que se destacó “La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada.
En esta obra se mostraban las transferencias que las provincias habían delegado en Buenos Aires, por ser ella sede de las autoridades nacionales; pero se argumentaba que la capital había usado esos aportes, no sólo con un criterio unitario, sino verdaderamente municipal.
También Alfredo Palacios, legislador socialista por la capital, planteó en el Congreso en 1941, el problema de los desequilibrios regionales, desde una perspectiva netamente política.
Para revertir la cuestión de la macrocefalia argentina, varios proyectos de traslado de la capital, entraron en las cámaras, tanto en el período 1958/62, como en 1963/66: el legislador Aurelio Pologna, propuso en 1958 que la capital se trasladara al interior del país, preferentemente a su centro geográfico; Luis Bofia, ese mismo año aludió a la profecía de Alem y fundó su reclamo en la existencia de una clase privilegiada, constituida por los porteños, y otra de parias que habitaba el campo. Isaías Nougués, empleó en 1961, argumento similares y puso como ejemplo la decisión adoptada por la República Federativa de Brasil, con la creación de Brasilia.
También surgieron proyectos firmados por los legisladores Teodosio Pizarro y por Celestino Gelsi (1964), el cual propuso la ciudad de Córdoba. Ninguna de estas iniciativas se concretó. Y mientras Brasilia, inaugurada en 1959, comenzaba la descentralización; la Argentina se debatía entre la ilegitimidad de los golpes militares y la breve y debilitada vida constitucional.
En 1971, el Ministro del Interior, Arturo Mor Roig, se refirió a la necesidad de trasladar la capital diez o quince años más tarde. Meses después, desde esta cartera, se encaraba el estudio de la factibilidad de llevar a la práctica dicho proyecto, pues, se sostenía que la irregular distribución demográfica entre la Capital y Gran Buenos Aires, quebraba el equilibrio de la Nación y repercutía nefastamente en su economía.
Dos años más tarde, en el período constitucional, el legislador Francisco Eduardo del Cerro, propuso que se construyera una nueva capital en el actual territorio de la provincia de Santiago del Estero.
Tales proyectos chocaban con la indiferencia de quienes, siendo de origen provinciano, aprovechaban el cargo público, en el Congreso o en los Ministerios, para instalarse en la capital, mezclar su sangre con el patriciado local y olvidar los intereses de la región a la que representaban. Por eso abundaron lúcidos diagnósticos de los males argentinos, pero no prosperaron los remedios para subsanarlos.
El Senador Carlos Pellegrini, en 1900, inspiró un proyecto para crear una nueva provincia con parte del territorio bonaerense y pampeano, y con capital en la ciudad de Bahía Blanca.
En 1912, una nueva iniciativa del entonces Presidente Roque Sáenz Peña, bregó por la federalización del partido de Avellaneda, pero los periódicos, aseguraron otra intención. Sostuvo La Nueva Provincia (Bahía Blanca), que “se trata de un sondeo de la opinión pública, para federalizar un territorio más extenso: los 50 kilómetros que van del Tigre al Norte, Luján al oeste y La Plata, al sur”. Se decía también, que el Presidente había sido seducido por las comodidades que La Plata ofrecía como sede del Gobierno Nacional, cercana a Buenos Aires, pero alejadas de las presiones de las grandes urbes.
Los trabajos del historiador rosarino Juan Álvarez, constituyeron un aporte valiosísimo para el análisis de las distorsiones existentes entre la capital y el interior. Referente al crecimiento desmesurado de la capital federal, este ensayista expresaba:
“No es misterio que el federalismo argentino jamás movió todos sus resortes en forma satisfactoria…; la ciudad de Buenos Aires se ha tornado una cabeza enorme y escapa también al sistema federal en su gobierno propio”.
Álvarez estudió una serie de influencias determinantes para el crecimiento del área metropolitana y señaló: la existencia de una política diferencial de calados que favorecía al puerto de Buenos Aires; la localización de industrias manufactureras en ese radio; el sistema ferroviario que convergía en una única terminal que desembocaba en el río de La Plata y, por último, la residencia del Gobierno Nacional, que e convertía en un atractivo porque la gente pretendía radicarse cerca de la autoridad y, los agentes financieros, representantes de bancos, seguros, y de compañías extranjeras, pretendían estar en contacto con los poderes públicos.
Sostenía, entonces, que era preciso descentralizar y retirar paulatinamente de la capital, los elementos que aceleraran su crecimiento, por ejemplo, muchas oficinas nacionales cuya labor sería más eficaz en otros puntos del territorio.
Es interesante destacar, cómo este argumento, tuvo vigencia siete décadas después, ya que las razones sustentadas por el entonces presidente Raúl Alfonsín para el traslado de la capital, encontraron su soporte en fundamentos semejantes.
La etapa de industrialización que comenzó el país alrededor de 1935, posterior a la gran depresión económica, trajo preocupación en economistas, políticos y ensayistas, quienes comenzaron a publicar informes y ensayos; entre los que se destacó “La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada.
En esta obra se mostraban las transferencias que las provincias habían delegado en Buenos Aires, por ser ella sede de las autoridades nacionales; pero se argumentaba que la capital había usado esos aportes, no sólo con un criterio unitario, sino verdaderamente municipal.
También Alfredo Palacios, legislador socialista por la capital, planteó en el Congreso en 1941, el problema de los desequilibrios regionales, desde una perspectiva netamente política.
Para revertir la cuestión de la macrocefalia argentina, varios proyectos de traslado de la capital, entraron en las cámaras, tanto en el período 1958/62, como en 1963/66: el legislador Aurelio Pologna, propuso en 1958 que la capital se trasladara al interior del país, preferentemente a su centro geográfico; Luis Bofia, ese mismo año aludió a la profecía de Alem y fundó su reclamo en la existencia de una clase privilegiada, constituida por los porteños, y otra de parias que habitaba el campo. Isaías Nougués, empleó en 1961, argumento similares y puso como ejemplo la decisión adoptada por la República Federativa de Brasil, con la creación de Brasilia.
También surgieron proyectos firmados por los legisladores Teodosio Pizarro y por Celestino Gelsi (1964), el cual propuso la ciudad de Córdoba. Ninguna de estas iniciativas se concretó. Y mientras Brasilia, inaugurada en 1959, comenzaba la descentralización; la Argentina se debatía entre la ilegitimidad de los golpes militares y la breve y debilitada vida constitucional.
En 1971, el Ministro del Interior, Arturo Mor Roig, se refirió a la necesidad de trasladar la capital diez o quince años más tarde. Meses después, desde esta cartera, se encaraba el estudio de la factibilidad de llevar a la práctica dicho proyecto, pues, se sostenía que la irregular distribución demográfica entre la Capital y Gran Buenos Aires, quebraba el equilibrio de la Nación y repercutía nefastamente en su economía.
Dos años más tarde, en el período constitucional, el legislador Francisco Eduardo del Cerro, propuso que se construyera una nueva capital en el actual territorio de la provincia de Santiago del Estero.
En 1982, la dolorosa experiencia de la guerra de las Malvinas, tradujo la escasa capacidad defensiva del país, profundizada por el problema de la capital, y dos autores reflejaron la cuestión: el geógrafo Raúl Rey Balmaceda y Félix Luna.
Este historiador en “Buenos Aires y el País”, propuso el traslado para evitar que los males del centralismo se tornaran cada vez más agudos e incontrolables.
En esos momentos, el censo nacional de 1980, ratificó el problema de la concentración de poder económico, político, demográfico y cultural, en el área metropolitana de Buenos Aires, a la par que no se pudo ocultar que también ahí se acumulaban los porcentajes más elevados de hogares con necesidades básicas insatisfechas, niveles críticos de hacinamiento, vivienda, condiciones sanitarias y deficiencia escolar.
En cambio, la región patagónica, se encontraba semivacía, casi olvidada, con su dilatado litoral marítimo desaprovechado, su inmenso desierto no cultivado y sus importantes reservas energéticas utilizadas para beneficio del litoral y de la zona metropolitana.
La democracia se instaló en Argentina en diciembre de 1983, como un grito desesperado al “Nunca Más” y como un símbolo esperanzador del resurgimiento de un nuevo país. Por ello se establecieron formas pacíficas de diálogo y de convivencia, se propuso una concentración para todos los sectores sociales y políticos, pero el problema de los desequilibrios regionales, continuaba. Y afectaba no sólo a la economía, sino que desnaturalizaba el federalismo político.
Este historiador en “Buenos Aires y el País”, propuso el traslado para evitar que los males del centralismo se tornaran cada vez más agudos e incontrolables.
En esos momentos, el censo nacional de 1980, ratificó el problema de la concentración de poder económico, político, demográfico y cultural, en el área metropolitana de Buenos Aires, a la par que no se pudo ocultar que también ahí se acumulaban los porcentajes más elevados de hogares con necesidades básicas insatisfechas, niveles críticos de hacinamiento, vivienda, condiciones sanitarias y deficiencia escolar.
En cambio, la región patagónica, se encontraba semivacía, casi olvidada, con su dilatado litoral marítimo desaprovechado, su inmenso desierto no cultivado y sus importantes reservas energéticas utilizadas para beneficio del litoral y de la zona metropolitana.
La democracia se instaló en Argentina en diciembre de 1983, como un grito desesperado al “Nunca Más” y como un símbolo esperanzador del resurgimiento de un nuevo país. Por ello se establecieron formas pacíficas de diálogo y de convivencia, se propuso una concentración para todos los sectores sociales y políticos, pero el problema de los desequilibrios regionales, continuaba. Y afectaba no sólo a la economía, sino que desnaturalizaba el federalismo político.
AL SUR, AL MAR, AL FRIO
Por eso, iniciado el tercer año de su gestión presidencial, el Dr. Raúl Alfonsín, lanzó una iniciativa para la Argentina del siglo XXI: trasladar la capital federal a las márgenes del río Negro. Marchar al sur, al mar, al frío.
Este traslado, no era una modificación aislada: la reforma de la Constitución Nacional, la reforma del Estado y la administración, la descentralización efectiva de atribuciones y funciones, el fortalecimiento de las autonomías provinciales y municipales, el desarrollo regional, regímenes adecuados de promoción industrial, una redistribución equitativa y eficiente de los recursos coparticipables, formaban parte de la construcción de la Segunda República que propuso Alfonsín.
La elección del área Viedma-Carmen de Patagones fue justificada por ser ésta el límite de la pampa húmeda y el comienzo de las extensas planicies patagónicas, reservorio de las mayores disponibilidades energéticas del país.
Motivaciones estratégicas se inspiraron para denunciar la falta de población, de medios de comunicación, de capacidad para defenderse; características todas de esta región, que la ubicaban como el sitio más frágil de la estructura geopolítica del territorio nacional. Era este un joven, poco explotado y casi menos conocido cuasi continente, cuya plataforma y mar continental debía garantizarse, como sinónimo de control y soberanía.
Este traslado, no era una modificación aislada: la reforma de la Constitución Nacional, la reforma del Estado y la administración, la descentralización efectiva de atribuciones y funciones, el fortalecimiento de las autonomías provinciales y municipales, el desarrollo regional, regímenes adecuados de promoción industrial, una redistribución equitativa y eficiente de los recursos coparticipables, formaban parte de la construcción de la Segunda República que propuso Alfonsín.
La elección del área Viedma-Carmen de Patagones fue justificada por ser ésta el límite de la pampa húmeda y el comienzo de las extensas planicies patagónicas, reservorio de las mayores disponibilidades energéticas del país.
Motivaciones estratégicas se inspiraron para denunciar la falta de población, de medios de comunicación, de capacidad para defenderse; características todas de esta región, que la ubicaban como el sitio más frágil de la estructura geopolítica del territorio nacional. Era este un joven, poco explotado y casi menos conocido cuasi continente, cuya plataforma y mar continental debía garantizarse, como sinónimo de control y soberanía.
REPERCUSION EN LOS MEDIOS NACIONALES
El día después del anuncio del Presidente Raúl Alfonsín, “Clarín” y “La Nación” se hicieron eco de la convocatoria al esfuerzo nacional que implicaba la nueva propuesta.
Así es que incluyeron en sus tiradas primeras, suplementos especiales (“Clarín”, 30/05/1987), gráficos, mapas, infogramas, fotografías, cuadros estadísticos, información en general, que daban cuenta de la ubicación geográfica, de la historia, atractivos naturales, ecosistema, redes de transporte, organización de las comunicaciones, que existían en esa fecha.
Incorporaban, además, datos referentes a proyectos, estudios de factibilidad, infraestructura edilicia y de servicios a implementar, y que eran centro de análisis y diagramación en los organismos administrativos creados al efecto.
Si bien algunos diarios, como “La Nación” y “Clarín”, de fecha 16 de abril, incursionaron en las intenciones no explicitadas del Gobierno Nacional, como por ejemplo la incorporación al régimen presidencialista de gobierno, de algunos elementos propios de los sistemas parlamentarios y de la figura de un Primer Ministro, lo hicieron en apoyo de la reforma del Estado que impulsaba la descentralización del aparato administrativo, y que propiciaba la fundación de la Nueva República.
En general se puede afirmar que, en primera instancia, la prensa respondió positivamente al desafío, aunque transcurrido un período no muy largo surgieron cuestionamientos y objeciones, acerca de la oportunidad, de los cuantiosos costos, de la desarticulación familiar e institucional, que un traslado drástico traería aparejado.
Se puede citar, a modo de ejemplo, el artículo opinativo de Alberto J. B. Caprile “Capital para cambiar la Capital” de “La Nación” del 22 de mayo de 1986, en donde, al hacer referencia a los costos que insumiría el traslado, expresa: “Se barajan cifras entre los 2.000 y los 20.000 millones de dólares; pero nadie ha hecho público qué es lo que incluyen estos fabulosos pagos. Es probable que la mayor de las cifras esté más cerca de la realidad si se suman a los costos de urbanización, edificios públicos, accesos, puentes, comunicaciones, las viviendas que deberá financiar el Estado”.
Sobre la desarticulación familiar, institucional y social, el periodista acota: “Si Viedma resulta ser una pequeñita capital, sin el orgullo y ambiciones de una Brasilia, es posible que funcione en forma meramente formal, mientras el centro de poder continúe en Buenos Aires. Ni legisladores, ni funcionarios, ni empleados, podrán fijar su residencia allí, a menos que el Estado le regale las viviendas. Es difícil imaginar a los diplomáticos, abandonar sin lucha sus magníficas residencias, los teatros, relaciones sociales, canchas de golf y placentera vida que les brinda la actual capital”
Así es que incluyeron en sus tiradas primeras, suplementos especiales (“Clarín”, 30/05/1987), gráficos, mapas, infogramas, fotografías, cuadros estadísticos, información en general, que daban cuenta de la ubicación geográfica, de la historia, atractivos naturales, ecosistema, redes de transporte, organización de las comunicaciones, que existían en esa fecha.
Incorporaban, además, datos referentes a proyectos, estudios de factibilidad, infraestructura edilicia y de servicios a implementar, y que eran centro de análisis y diagramación en los organismos administrativos creados al efecto.
Si bien algunos diarios, como “La Nación” y “Clarín”, de fecha 16 de abril, incursionaron en las intenciones no explicitadas del Gobierno Nacional, como por ejemplo la incorporación al régimen presidencialista de gobierno, de algunos elementos propios de los sistemas parlamentarios y de la figura de un Primer Ministro, lo hicieron en apoyo de la reforma del Estado que impulsaba la descentralización del aparato administrativo, y que propiciaba la fundación de la Nueva República.
En general se puede afirmar que, en primera instancia, la prensa respondió positivamente al desafío, aunque transcurrido un período no muy largo surgieron cuestionamientos y objeciones, acerca de la oportunidad, de los cuantiosos costos, de la desarticulación familiar e institucional, que un traslado drástico traería aparejado.
Se puede citar, a modo de ejemplo, el artículo opinativo de Alberto J. B. Caprile “Capital para cambiar la Capital” de “La Nación” del 22 de mayo de 1986, en donde, al hacer referencia a los costos que insumiría el traslado, expresa: “Se barajan cifras entre los 2.000 y los 20.000 millones de dólares; pero nadie ha hecho público qué es lo que incluyen estos fabulosos pagos. Es probable que la mayor de las cifras esté más cerca de la realidad si se suman a los costos de urbanización, edificios públicos, accesos, puentes, comunicaciones, las viviendas que deberá financiar el Estado”.
Sobre la desarticulación familiar, institucional y social, el periodista acota: “Si Viedma resulta ser una pequeñita capital, sin el orgullo y ambiciones de una Brasilia, es posible que funcione en forma meramente formal, mientras el centro de poder continúe en Buenos Aires. Ni legisladores, ni funcionarios, ni empleados, podrán fijar su residencia allí, a menos que el Estado le regale las viviendas. Es difícil imaginar a los diplomáticos, abandonar sin lucha sus magníficas residencias, los teatros, relaciones sociales, canchas de golf y placentera vida que les brinda la actual capital”
LOS POLITICOS, LAS FUERZAS VIVAS Y LA OPINIÓN PÚBLICA TOMAN POSICIÓN ANTE EL TRASLADO
En declaraciones al diario regional “Río Negro”, del 26 de mayo de 1986, el Diputado Nacional del justicialismo, Carlos Grosso, admitió que el anuncio presidencial “tiene especial significación para la región y para el país por tratarse de una larga esperanza argentina”, pero recordó que la designación de la actual capital surgió de “un pacto global” de los argentinos, y “no de un golpe de mano unilateral”.
Expresó además, que las expresiones del siglo XIX, estuvo unida “al diseño de un modelo: la Argentina agroexportadora, federalista de nombre, unitaria de hecho, portuaria, ligada a un proyecto de relación geopolítica con Inglaterra en lo comercial y con Francia en lo cultural”. Indicó a continuación, que no han sido debatidos ni acordados, los elementos de recambio en el diseño de la Nación, indispensables “para que este giro de la historia Argentina responda a una voluntad épica de todos los argentinos”.
Apreció Grosso, que el tema “no constituye una convocatoria resonante en otras regiones del país, al no estar involucradas de manera directa; se ha tomado simplemente como una información sobre el traslado burocrático de la sede de la administración pública”.
Al reiterar la necesidad de rediseñar el país económico, sostuvo que si la decisión “no va unida a un replanteo regional, a un nuevo pacto federal también en lo económico, a la descentralización de la administración de los servicios públicos y a la instalación de sus cabeceras en las regiones donde se generan y se extrae la materia prima, seguiremos teniendo una capital política en algún lugar y una capital económica en otro”.
Por último, advirtió que el tema “merece ser debatido y acompañado con un decidido proceso de cambio integral, que todavía no vemos en el actual gobierno”.
Por su parte, el Ingeniero Álvaro C. Alsogaray, tachó de “expresión grandilocuente más que un propósito concreto, meditado y, sobre todo realizable” el anuncio.
Al opinar sobre el costo y la oportunidad del traslado, expresó: “cualquier cálculo que se haga, llevará ese costo a miles de millones de australes. ¿Estamos en condiciones de encarar semejante inversión? Obviamente, no. Por otra parte, ¿De dónde saldrán los recursos para encarar semejante obra? Si existieran, ¿No habría otros usos alternativos para esos recursos, incomparablemente más útiles a la población? (“La Prensa”, 12/05/86 “La Segunda República”).
El diputado del Partido Intransigente, Oscar Alende, no trepidó en tildar de “maniobra electoralista” el proyecto del Poder Ejecutivo, sobre el cual agrega que “avasalla las atribuciones del Parlamento”. (“Clarín” 24/09/86)
El legislador del justicialismo, Miguel Ángel Toma, criticó el proceder del gobierno llamándolo “maniobra distraccionista para alejar al pueblo de la discusión en torno de sus problemas más angustiantes”. (“Clarín” 24/09/86)
Las inquietudes de funcionarios, figuras políticas, autoridades de distintos poderes, acerca del traslado, no tardaron en aparecer, y muchas de ellas abundaron en críticas y reparos. Tal es el caso de uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Córdoba: “La Corte Suprema de Justicia de la Nación, puede radicarse en Córdoba o permanecer en Buenos Aires, pero no podrá funcionar en Viedma como se ha propuesto. En Buenos Aires y en Córdoba existen centros de ciencia jurídica que son indispensables para el funcionamiento de un Tribunal que debe decidir sobre temas de raíz constitucional: esto es todo de lo que se carecerá en Viedma”.
Explicaba el magistrado, que en la región elegida por el Dr. Alfonsín, no existían universidades, centros de estudio, centros de recepción de jurisprudencia mundial, ateneos, bibliotecas, conferencias y fundamentalmente una dinámica jurídica que produjera el permanente enriquecimiento cultural y científico que necesitaba el hombre dedicado a la interpretación práctica de la jurisprudencia más importante.
La opinión pública, interpelada en nueve centros urbanos y dos zonas rurales, también se expresó en una serie de encuestas realizadas por las consultoras SOCMERC, Aftalión, Mora y Araujo y Noguera, cuyos resultados fueron dados a conocer el 11/07/86 por el diario “La Nueva Provincia”.
El sondeo sobre las inquietudes y grados de aceptación de la propuesta presidencial, consistió en el interrogante: “¿En qué lugar le parece más conveniente ubicar a la capital federal?”, que concitó las siguientes respuestas: el 45% de los entrevistados creyó conveniente que la sede administrativa se quede en Buenos Aires y sólo un 22% consideró trasladarla al área de Viedma y Patagones.
Un 5% se inclinó por la ciudad de Córdoba y un 2% consideró que era necesario trasladarla, pero, “no por ahora”.
El relevamiento se realizó entre los meses de abril y mayo, luego del anuncio del Presidente, y se consultaron personas mayores de 18 años en: Capital Federal, Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Paraná, Gran Tucumán y en dos zonas rurales de las provincias de La Pampa y Tucumán.
Expresó además, que las expresiones del siglo XIX, estuvo unida “al diseño de un modelo: la Argentina agroexportadora, federalista de nombre, unitaria de hecho, portuaria, ligada a un proyecto de relación geopolítica con Inglaterra en lo comercial y con Francia en lo cultural”. Indicó a continuación, que no han sido debatidos ni acordados, los elementos de recambio en el diseño de la Nación, indispensables “para que este giro de la historia Argentina responda a una voluntad épica de todos los argentinos”.
Apreció Grosso, que el tema “no constituye una convocatoria resonante en otras regiones del país, al no estar involucradas de manera directa; se ha tomado simplemente como una información sobre el traslado burocrático de la sede de la administración pública”.
Al reiterar la necesidad de rediseñar el país económico, sostuvo que si la decisión “no va unida a un replanteo regional, a un nuevo pacto federal también en lo económico, a la descentralización de la administración de los servicios públicos y a la instalación de sus cabeceras en las regiones donde se generan y se extrae la materia prima, seguiremos teniendo una capital política en algún lugar y una capital económica en otro”.
Por último, advirtió que el tema “merece ser debatido y acompañado con un decidido proceso de cambio integral, que todavía no vemos en el actual gobierno”.
Por su parte, el Ingeniero Álvaro C. Alsogaray, tachó de “expresión grandilocuente más que un propósito concreto, meditado y, sobre todo realizable” el anuncio.
Al opinar sobre el costo y la oportunidad del traslado, expresó: “cualquier cálculo que se haga, llevará ese costo a miles de millones de australes. ¿Estamos en condiciones de encarar semejante inversión? Obviamente, no. Por otra parte, ¿De dónde saldrán los recursos para encarar semejante obra? Si existieran, ¿No habría otros usos alternativos para esos recursos, incomparablemente más útiles a la población? (“La Prensa”, 12/05/86 “La Segunda República”).
El diputado del Partido Intransigente, Oscar Alende, no trepidó en tildar de “maniobra electoralista” el proyecto del Poder Ejecutivo, sobre el cual agrega que “avasalla las atribuciones del Parlamento”. (“Clarín” 24/09/86)
El legislador del justicialismo, Miguel Ángel Toma, criticó el proceder del gobierno llamándolo “maniobra distraccionista para alejar al pueblo de la discusión en torno de sus problemas más angustiantes”. (“Clarín” 24/09/86)
Las inquietudes de funcionarios, figuras políticas, autoridades de distintos poderes, acerca del traslado, no tardaron en aparecer, y muchas de ellas abundaron en críticas y reparos. Tal es el caso de uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Córdoba: “La Corte Suprema de Justicia de la Nación, puede radicarse en Córdoba o permanecer en Buenos Aires, pero no podrá funcionar en Viedma como se ha propuesto. En Buenos Aires y en Córdoba existen centros de ciencia jurídica que son indispensables para el funcionamiento de un Tribunal que debe decidir sobre temas de raíz constitucional: esto es todo de lo que se carecerá en Viedma”.
Explicaba el magistrado, que en la región elegida por el Dr. Alfonsín, no existían universidades, centros de estudio, centros de recepción de jurisprudencia mundial, ateneos, bibliotecas, conferencias y fundamentalmente una dinámica jurídica que produjera el permanente enriquecimiento cultural y científico que necesitaba el hombre dedicado a la interpretación práctica de la jurisprudencia más importante.
La opinión pública, interpelada en nueve centros urbanos y dos zonas rurales, también se expresó en una serie de encuestas realizadas por las consultoras SOCMERC, Aftalión, Mora y Araujo y Noguera, cuyos resultados fueron dados a conocer el 11/07/86 por el diario “La Nueva Provincia”.
El sondeo sobre las inquietudes y grados de aceptación de la propuesta presidencial, consistió en el interrogante: “¿En qué lugar le parece más conveniente ubicar a la capital federal?”, que concitó las siguientes respuestas: el 45% de los entrevistados creyó conveniente que la sede administrativa se quede en Buenos Aires y sólo un 22% consideró trasladarla al área de Viedma y Patagones.
Un 5% se inclinó por la ciudad de Córdoba y un 2% consideró que era necesario trasladarla, pero, “no por ahora”.
El relevamiento se realizó entre los meses de abril y mayo, luego del anuncio del Presidente, y se consultaron personas mayores de 18 años en: Capital Federal, Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Paraná, Gran Tucumán y en dos zonas rurales de las provincias de La Pampa y Tucumán.
EL CONGRESO MOTORIZA EL TRASLADO
El 8 de julio de 1986, el Poder Ejecutivo nacional enviaba al Senado de la Nación el proyecto de traslado de la Capital Federal a Viedma-Patagones acompañado por un mensaje. Este, marcaría los ejes de discusión y formaría parte de la extensa sesión legislativa que finalizaría con la aprobación del proyecto.
En el mismo, se exponían los fundamentos del traslado haciendo hincapié en la imperiosa necesidad de fortalecer el federalismo, redistribuir la población del país, cambiar esencialmente la gestión estatal y lograr una efectiva integración territorial.
El mensaje, firmado por Raúl Alfonsín y sus ministros, señalaba claramente que Buenos Aires había “monopolizado prácticamente todo el crecimiento económico, político y financiero del país”. Y que el lugar escogido para trasladar la Capital Federal era el idóneo: “tiene conexiones ferroviarias, viales, aéreas, fluviales y marítimas, y una adecuada infraestructura de servicios”. Por otro lado, marcaba las excelentes condiciones climáticas, la abundante agua potable y de riego, y “una suave topografía para el establecimiento humano”.
En otro pasaje, luego de exponer razones en palabras tales como poblar, redistribuir, trasladar, descentralizar, el mensaje al Senado hablaba sobre la inversión: “el costo de estos cometidos no constituye una simple erogación (...) se trata de una inversión retributiva (...) que rendirá frutos tangibles (...) y que se financiara por sí sola, a poco que consiga movilizar el entusiasmo de todos los argentinos”.
En el mismo, se exponían los fundamentos del traslado haciendo hincapié en la imperiosa necesidad de fortalecer el federalismo, redistribuir la población del país, cambiar esencialmente la gestión estatal y lograr una efectiva integración territorial.
El mensaje, firmado por Raúl Alfonsín y sus ministros, señalaba claramente que Buenos Aires había “monopolizado prácticamente todo el crecimiento económico, político y financiero del país”. Y que el lugar escogido para trasladar la Capital Federal era el idóneo: “tiene conexiones ferroviarias, viales, aéreas, fluviales y marítimas, y una adecuada infraestructura de servicios”. Por otro lado, marcaba las excelentes condiciones climáticas, la abundante agua potable y de riego, y “una suave topografía para el establecimiento humano”.
En otro pasaje, luego de exponer razones en palabras tales como poblar, redistribuir, trasladar, descentralizar, el mensaje al Senado hablaba sobre la inversión: “el costo de estos cometidos no constituye una simple erogación (...) se trata de una inversión retributiva (...) que rendirá frutos tangibles (...) y que se financiara por sí sola, a poco que consiga movilizar el entusiasmo de todos los argentinos”.
Por ultimo, finalizaba diciendo que el traslado de la Capital federal a Viedma-Patagones, “no constituye un fin en sí mismo sino que es la piedra basal de la fundación de una nueva República, de la Segunda República”.
Ocho meses después, el 18 de marzo de 1987, el senador radical Fernando de la Rúa, fue el primero en tomar la palabra para defender el proyecto de Traslado. El eje de su discurso se centró en las palabras rectoras del presidente Alfonsín, al que le agregó un extenso racconto histórico tomado de eximios personajes que, en épocas pasadas, desfilaron por el tema de la descentralización y la mejor distribución poblacional de nuestro país. En este mismo sentido pero desde un punto de vista de desarrollo económico, los senadores Antonio Berhongaray y Elías Sapag defendieron el titánico proyecto.
En tanto, otros senadores como Julio Amoedo (Catamarca) y Eduardo Menem (La Rioja) se opusieron al proyecto. El primero lo declaró inconstitucional por un lado, y afirmó la capitalidad histórica de Buenos Aires. Menem, por su parte, puso en duda que la descentralización y el federalismo se lograran con el traslado. Su punto de vista coincidía más con el fortalecimiento de las economías regionales y un reordenamiento del espacio territorial. Aun así, la voz cantante de la oposición sólo objeto algunos puntos y confió en que el traslado costara los 4.600 millones de dólares que dijo la Comisión de Estudio.
Tras cinco días de sesión y luego de haber hecho uso de la palabra más de 30 representantes provinciales, los senadores aprobaron el proyecto.
Por otra parte, posturas desencontradas también se observaron en las deliberaciones de la Cámara de Diputados de la Nación, aunque primó el apoyo al traslado.
Alberto A. Natale, diputado del Partido Demócrata Progresista por la provincia de Santa Fe, en la sesión del 7 de mayo de 1987, coronó su exposición sosteniendo que la capitalidad no servía para descentralizar el país ni para desarrollar una región, y que no se trasladaba el corazón del poder por llevar el gobierno a Viedma, porque éste quedaba en Buenos Aires.
También, el diputado por la provincia de Misiones, Miguel Ángel Alterach, en la sesión del 27 de mayo de 1987, ofreció apoyo al tema del traslado de la capital; sin embargo, cuestionó la oportunidad y el lugar donde se realizaría la mudanza.
Finalmente, el 27 de mayo de 1987, el Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reunidos en Congreso, sancionan la ley 23.512 que expresa en el "Artículo 1º -Declárase capital de la República, a los núcleos urbanos erigidos y por erigirse en el área de las actuales ciudades de Carmen de Patagones (provincia de Buenos Aires) y Viedma y Guardia Mitre (provincia de Río Negro), que en conjunto constituyen el área de la nueva Capital de la República".
Ocho meses después, el 18 de marzo de 1987, el senador radical Fernando de la Rúa, fue el primero en tomar la palabra para defender el proyecto de Traslado. El eje de su discurso se centró en las palabras rectoras del presidente Alfonsín, al que le agregó un extenso racconto histórico tomado de eximios personajes que, en épocas pasadas, desfilaron por el tema de la descentralización y la mejor distribución poblacional de nuestro país. En este mismo sentido pero desde un punto de vista de desarrollo económico, los senadores Antonio Berhongaray y Elías Sapag defendieron el titánico proyecto.
En tanto, otros senadores como Julio Amoedo (Catamarca) y Eduardo Menem (La Rioja) se opusieron al proyecto. El primero lo declaró inconstitucional por un lado, y afirmó la capitalidad histórica de Buenos Aires. Menem, por su parte, puso en duda que la descentralización y el federalismo se lograran con el traslado. Su punto de vista coincidía más con el fortalecimiento de las economías regionales y un reordenamiento del espacio territorial. Aun así, la voz cantante de la oposición sólo objeto algunos puntos y confió en que el traslado costara los 4.600 millones de dólares que dijo la Comisión de Estudio.
Tras cinco días de sesión y luego de haber hecho uso de la palabra más de 30 representantes provinciales, los senadores aprobaron el proyecto.
Por otra parte, posturas desencontradas también se observaron en las deliberaciones de la Cámara de Diputados de la Nación, aunque primó el apoyo al traslado.
Alberto A. Natale, diputado del Partido Demócrata Progresista por la provincia de Santa Fe, en la sesión del 7 de mayo de 1987, coronó su exposición sosteniendo que la capitalidad no servía para descentralizar el país ni para desarrollar una región, y que no se trasladaba el corazón del poder por llevar el gobierno a Viedma, porque éste quedaba en Buenos Aires.
También, el diputado por la provincia de Misiones, Miguel Ángel Alterach, en la sesión del 27 de mayo de 1987, ofreció apoyo al tema del traslado de la capital; sin embargo, cuestionó la oportunidad y el lugar donde se realizaría la mudanza.
Finalmente, el 27 de mayo de 1987, el Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reunidos en Congreso, sancionan la ley 23.512 que expresa en el "Artículo 1º -Declárase capital de la República, a los núcleos urbanos erigidos y por erigirse en el área de las actuales ciudades de Carmen de Patagones (provincia de Buenos Aires) y Viedma y Guardia Mitre (provincia de Río Negro), que en conjunto constituyen el área de la nueva Capital de la República".
PROTAGONISTAS DEL QUEHACER LOCAL
I- SOBRE EL TRASLADO SE CIERNE LA AMENAZA DE LA ESPECULACIÓN
Rápidamente, en esta zona, el anuncio del traslado, por inesperado y abrupto, dejó desprotegida a la población, que no se vio contenida por acciones dirigidas a concientizarla sobre la envergadura histórica del momento. No se planificaron actividades que incentivaran el espíritu colectivo, ni que consolidaran la identidad local.
Como consecuencia de ello, no se tuvo conciencia del amplio universo que podría abrirse para esta zona, y las reacciones que surgieron fueron de neto corte individualista, especulativas, y muy limitadas en sus horizontes.
El mercado inmobiliario vivió una rápida expansión que superó la capacidad de oferta de terrenos y construcciones edilicias, y las operaciones de compra venta de bienes raíces, alcanzaron precios exorbitantes.
“La Nueva Provincia”, diario regional, en su edición del 15/04/86, ejemplifica esta aseveración:
“El senador rionegrino Antonio Nápoli, luego de que se conociera la “filtración” del proyecto de traslado, a su regreso de Bariloche, fue consultado telefónicamente por un periodista de “La Nueva Provincia”. En ese contacto, reconoció: “Ya hay muchos ciclistas financieros afincados al sur del río Colorado y hay especulación en las tierras”. Por tal motivo, admitió que tendría que declararse “de interés público y sujetos a expropiación” los terrenos donde posiblemente se instale la nueva Capital”
Como consecuencia de ello, no se tuvo conciencia del amplio universo que podría abrirse para esta zona, y las reacciones que surgieron fueron de neto corte individualista, especulativas, y muy limitadas en sus horizontes.
El mercado inmobiliario vivió una rápida expansión que superó la capacidad de oferta de terrenos y construcciones edilicias, y las operaciones de compra venta de bienes raíces, alcanzaron precios exorbitantes.
“La Nueva Provincia”, diario regional, en su edición del 15/04/86, ejemplifica esta aseveración:
“El senador rionegrino Antonio Nápoli, luego de que se conociera la “filtración” del proyecto de traslado, a su regreso de Bariloche, fue consultado telefónicamente por un periodista de “La Nueva Provincia”. En ese contacto, reconoció: “Ya hay muchos ciclistas financieros afincados al sur del río Colorado y hay especulación en las tierras”. Por tal motivo, admitió que tendría que declararse “de interés público y sujetos a expropiación” los terrenos donde posiblemente se instale la nueva Capital”
II- UNA APRECIACIÓN DESDE LA ÓPTICA SOCIOLÓGICA
Con respecto a la evaluación del impacto social de este tipo de proyecto, particularmente aspectos tales como participación, condiciones y medio ambiente de trabajo, transformaciones locales en el área receptora y sus efectos sobre la calidad de vida, la Licenciada en Sociología Carmen Julia de Coniglio, en “La Calle” (01/06/86), periódico viedmense de esa época, considera que es muy difícil la tarea de articular estos aspectos desde la formulación a la ejecución.
“El proyecto presidencial se origina en una decisión política que procura fortalecer la participación relativa de la Patagonia, sobre el conjunto de la distribución poblacional del país. El proyecto priorita la participación de la comunidad nacional, regional y local y la eficiencia de la gestión, buscando generar mayores interrelaciones hacia dentro de la misma”.
La especialista, al publicar lineamientos que, desde su punto de vista, necesitaban de etapas sucesivas para alcanzar los objetivos señalados, sostuvo que eran imposibles de lograr si no respondían a un proceso de concientización y de integración de la sociedad local con la propuesta nacional.
“Dadas estas circunstancias, una acción orgánica y conjunta de ambas provincias, englobando las comunidades locales y buscando su articulación en el Proyecto, aumentará los beneficios del mismo, especialmente desde el punto de vista de la nueva área de asentamiento y de la calidad de vida de sus habitantes”.
“Es un difícil desafío encontrar un punto de equilibrio entre los recursos y tiempos disponibles para la ejecución del Proyecto y los estándares de condiciones y medio ambiente de trabajo compatibles con los objetivos de participación social y eficiencia en la gestión”.
La instrumentación orgánica de canales institucionales que incorporen la participación de los actores sociales, puede ser un camino que permita definir y alcanzar estos objetivos.
Para ello, la investigadora considera imprescindible “la creación de una estructura orgánica, que integre sector público y privado, en un ámbito multidisciplinario e interjurisdiccional cuyo propósito sea el de producir recomendaciones relativas a aspectos psicosociales, culturales y socioeconómicos, que se integren a los aspectos de tipo ingenieril, en las etapas de formulación y ejecución del Proyecto”
Al referirse al impacto demográfico que, por ende, surgiría, la socióloga Coniglio concluyó: “El asentamiento humano resultante de las sucesivas etapas del Proyecto transformará las relaciones sociales primarias (cara a cara), propias de ciudades pequeñas”.
“El proyecto presidencial se origina en una decisión política que procura fortalecer la participación relativa de la Patagonia, sobre el conjunto de la distribución poblacional del país. El proyecto priorita la participación de la comunidad nacional, regional y local y la eficiencia de la gestión, buscando generar mayores interrelaciones hacia dentro de la misma”.
La especialista, al publicar lineamientos que, desde su punto de vista, necesitaban de etapas sucesivas para alcanzar los objetivos señalados, sostuvo que eran imposibles de lograr si no respondían a un proceso de concientización y de integración de la sociedad local con la propuesta nacional.
“Dadas estas circunstancias, una acción orgánica y conjunta de ambas provincias, englobando las comunidades locales y buscando su articulación en el Proyecto, aumentará los beneficios del mismo, especialmente desde el punto de vista de la nueva área de asentamiento y de la calidad de vida de sus habitantes”.
“Es un difícil desafío encontrar un punto de equilibrio entre los recursos y tiempos disponibles para la ejecución del Proyecto y los estándares de condiciones y medio ambiente de trabajo compatibles con los objetivos de participación social y eficiencia en la gestión”.
La instrumentación orgánica de canales institucionales que incorporen la participación de los actores sociales, puede ser un camino que permita definir y alcanzar estos objetivos.
Para ello, la investigadora considera imprescindible “la creación de una estructura orgánica, que integre sector público y privado, en un ámbito multidisciplinario e interjurisdiccional cuyo propósito sea el de producir recomendaciones relativas a aspectos psicosociales, culturales y socioeconómicos, que se integren a los aspectos de tipo ingenieril, en las etapas de formulación y ejecución del Proyecto”
Al referirse al impacto demográfico que, por ende, surgiría, la socióloga Coniglio concluyó: “El asentamiento humano resultante de las sucesivas etapas del Proyecto transformará las relaciones sociales primarias (cara a cara), propias de ciudades pequeñas”.
III- EL ENTONCES INTENDENTE DE VIEDMA OFRECE SU MIRADA
Aldo “Nene” Martínez fue concejal entre 1985 y 1987 e intendente de Viedma entre 1987 y 1989 por el Partido Provincial Rionegrino. Durante su mandato al frente de la comuna, tuvo que hacer frente a la catarata de proyectos y anteproyectos que se elaboraban desde el Ente para el traslado de la Capital (ENTECAP), como así también propulsar los propios, frente al empuje de consultoras privadas.
Martínez, actualmente presidente de la Agencia Local de Desarrollo, vivió el nacimiento, la breve existencia y la muerte de uno de los proyectos más grandes en los que se embarcó la Argentina. Emoción, responsabilidad y resignación por fin, son los estadios por los que, no sólo pasó el ex intendente, sino muchos viedmenses que se compenetraron con el proyecto.
El ex intendente se explayó sobre las consecuencias, que calificó como negativas; por ejemplo el incremento sufrido en el precio de los alquileres y terrenos, que se sobrevaluaron extremadamente.
Al año después la comunidad comenzó a percatarse de que, en el ámbito de las autoridades nacionales y del ENTECAP el proyecto se diluía, las obras se postergaban, los plazos se dilataban y los compromisos no se cumplían.
Como resultado, los profesionales que habían llegado convocados por el proyecto, retornaron a sus lugares de origen y en la zona quedaron obreros no calificados, sin recursos y sin posibilidades de capacitación laboral.
Surgieron barrios habitados por familias que demandaron la cobertura de necesidades básicas, sin poder afrontar los costos que ellas traían aparejados.
Acerca de las razones por las que se frustró el sueño de la capital, Aldo Martínez afirmó que los directores del ENTECAP sufrieron la presión de los intereses de los capitales privados, que intentaron boicotear el proyecto de traslado y agregó: “Fueron muy fuertes y no descarto que hayan sido influencias económicas muy relacionadas con el Puerto de Buenos Aires y el Poder Legislativo”.
Martínez, actualmente presidente de la Agencia Local de Desarrollo, vivió el nacimiento, la breve existencia y la muerte de uno de los proyectos más grandes en los que se embarcó la Argentina. Emoción, responsabilidad y resignación por fin, son los estadios por los que, no sólo pasó el ex intendente, sino muchos viedmenses que se compenetraron con el proyecto.
El ex intendente se explayó sobre las consecuencias, que calificó como negativas; por ejemplo el incremento sufrido en el precio de los alquileres y terrenos, que se sobrevaluaron extremadamente.
Al año después la comunidad comenzó a percatarse de que, en el ámbito de las autoridades nacionales y del ENTECAP el proyecto se diluía, las obras se postergaban, los plazos se dilataban y los compromisos no se cumplían.
Como resultado, los profesionales que habían llegado convocados por el proyecto, retornaron a sus lugares de origen y en la zona quedaron obreros no calificados, sin recursos y sin posibilidades de capacitación laboral.
Surgieron barrios habitados por familias que demandaron la cobertura de necesidades básicas, sin poder afrontar los costos que ellas traían aparejados.
Acerca de las razones por las que se frustró el sueño de la capital, Aldo Martínez afirmó que los directores del ENTECAP sufrieron la presión de los intereses de los capitales privados, que intentaron boicotear el proyecto de traslado y agregó: “Fueron muy fuertes y no descarto que hayan sido influencias económicas muy relacionadas con el Puerto de Buenos Aires y el Poder Legislativo”.
VEINTE AÑOS NO ES NADA
En su periódica columna “Perfiles y Postales” en el diario local “Noticias de la Costa”, el periodista y corresponsal de Telam, Carlos Espinosa, recordó el pasado 16 de abril de 2006, los veinte años del anuncio del proyecto de traslado.
Entre varias anécdotas sobre cómo se filtró la noticia a los medios de comunicación que adelantaron el anuncio y la infaltable visita de parlamentarios, dirigentes políticos, diplomáticos, periodistas y hasta algunas figuras de la farándula, Espinosa recalcó las palabras del periodista Jorge Repiso, de la revista “Veintitrés”, en su reciente paso por Viedma.
“En mi opinión, -dice Repiso- la idea fue excelente pero mal parida de entrada. ¿Por qué? Por empezar, Alfonsín tiró la bomba sin siquiera insinuar sus intenciones y no evaluó la respuesta de la gente, o bien dio por sentado que la propuesta le iba a caer bien a todos, sin excepción. Aquí se equivocó. Debió preparar tanto a los habitantes de la Comarca como a los de la Capital Federal y el Conurbano, y no hacer encuestas recién después del anuncio”.
“Un proyecto de esta naturaleza no se lleva adelante sólo con leyes o con créditos internacionales. Por más que el dinero hubiese caído como lluvia, el hecho de romper una inercia de décadas no se subsana por este medio”.
“Alfonsín, y creo que aquí también erraron sus asesores, se cortó solo, sin convocar a los gobernadores nacionales de entonces para que lo acompañaran en el balcón de Viedma. Tenía el apoyo de influyentes políticos provinciales y hasta de gobernadores para hacerlo. Un solo integrante del Gabinete debió persuadirlo y tratar de imponer esa variable”.
“Así como existió un plebiscito para decidir qué hacer con las islas del Canal de Beagle, también debió haber una consulta popular para ver qué posibilidades tenía el Gobierno democrático de empeñarse en un plan que no era ni económico coyuntural, ni quedaba en una reforma constitucional. Se trataba, nada menos, que de cambiar el país en el sentido real de la palabra”, opinó Repiso, como balance de su análisis del tema.
Agregó que “durante mi estadía en Viedma-Patagones, traté de bajarme de los números, la política, la historia y las polémicas. Y conversé con mucha gente para ver qué se vivía en aquel momento. Creo que se sorprendieron y nadie pudo decirme, no sé si por el paso del tiempo o porque realmente lo sentían así, el estado de ánimo en particular y en general. Puedo casi asegurar que la gente, muy en el fondo, no quería un cambio en su estilo de vida. Se sintieron protagonistas y dejaron de ser parte de una geografía olvidada por un momento. No creo que se hayan lamentado cuando todo cayó en el olvido”.
Espinosa también escribió para el diario digital “La Fogata” bajo el título “Un hecho singular de la historia reciente de los argentinos”, un breve análisis sobre lo que fue el frustrado intento de traslado y las consecuencias.
“Un concienzudo estudio sobre las graves consecuencias psico-sociales de la iniciativa y su frustración final, duerme en algún cajón oficial. No falta, tampoco, una cruel y fría estadística de suicidios, que se reiteraron en aquellos tiempos y quizás fueron la resultante del proceso de anomia. Ya no éramos Viedma y Patagones, los pueblos del sur, estábamos en plena transformación hacia la condición de capital de un nuevo país. De pronto ya no éramos ni una cosa, ni la otra. Habíamos perdido la inocencia y estábamos en un camino sin retorno”.
“¿Es posible discernir hoy, 16 años después, quién fue el responsable del dislate? ¿Fue sólo una idea de Alfonsín? ¿Será cierto que la ocurrencia fue sugerida por el Fondo Monetario Internacional, como pantalla para un formidable achique del aparato estatal y el rediseño económico del país? ¿Fue sólo un intento de gran negocio para las empresas constructoras y las consultoras?. Demasiadas preguntas, pocas respuestas”.
“En estos últimos cincuenta años a la Argentina le pasaron muchas cosas, algunas se repitieron, pero sólo hubo un proyecto de traslado de la Capital que se concretase a través del anuncio de un presidente constitucional. Y nos tocó justo a nosotros”.
Por otra parte, Enrique Camino, periodista del diario “Río Negro”, también recordó los veinte años en la edición del domingo 16 de abril de 2006. “Alfonsín impulsó la modernización de la administración pública, llamando a fundar una Segunda República. Y hoy sigue creyendo que el traslado de la capital a Viedma es posible, apostando a la procedencia patagónica del actual presidente de la Nación”, señaló.
Sobre aquellos años, Camino agregó que la labor del ENTECAP fue varias veces cuestionada por funcionar más en Buenos Aires que en Viedma. Y en una entrevista a Juan Caballieri, intendente de Viedma al momento del anuncio, resaltó que sólo el 50 % de la población local estaba a favor del proyecto: “presagiaban que se les cambiaría la vida y que dejarían de disfrutar del río, del mar, y que perderían la tranquilidad pueblerina. Llegó una gran migración. Lo peor es que venían en busca de trabajo y no había, y los de menores recursos levantaron casillas precarias en el barrio Lavalle. El problema de alimentación y salud lo atendimos con la provincia”, le contó Caballieri a Camino.
Uno de los últimos estertores del sueño alfonsinista que recaló en los medios provinciales fue el de Hugo Cuevas, actual diputado por Río Negro. Días después de su asunción, en diciembre de 2005, el diario “Río Negro” le preguntó:
-¿Pero qué hará como diputado nacional? ¿Ya maneja algún proyecto?
-¡No, todavía no! Tengo aspiraciones.
-¿Cómo cuál?
-Hay un tema que me obsesiona desde que lo instaló Alfonsín: el traslado de la capital federal a Viedma.
-Pero ese proyecto duerme el sueño de los dinosaurios.
-Sí, sí... y quizá se piense que estoy del mate... ¡pero tiene tanto sentido ese proyecto que me encantaría ser un diputado metido en el relanzamiento del tema! ¡Sueño con ese tema!
-Si no lo toma a mal, volvamos al planeta Tierra (...).
Con un sentido más realista, el historiador rionegrino Héctor Pérez Morando, también tuvo su lugar para opinar. Con gran acierto, su pregunta caló hondo en la idiosincrasia del argentino cuando en otro aniversario del anuncio, escribió en el diario “Río Negro”: “¿Otra frustración patagónica y argentina? Se perdió en el tiempo... en la memoria gubernamental y comunitaria. Pero nos sigue quedando el sur, el mar y el frío”.
Entre varias anécdotas sobre cómo se filtró la noticia a los medios de comunicación que adelantaron el anuncio y la infaltable visita de parlamentarios, dirigentes políticos, diplomáticos, periodistas y hasta algunas figuras de la farándula, Espinosa recalcó las palabras del periodista Jorge Repiso, de la revista “Veintitrés”, en su reciente paso por Viedma.
“En mi opinión, -dice Repiso- la idea fue excelente pero mal parida de entrada. ¿Por qué? Por empezar, Alfonsín tiró la bomba sin siquiera insinuar sus intenciones y no evaluó la respuesta de la gente, o bien dio por sentado que la propuesta le iba a caer bien a todos, sin excepción. Aquí se equivocó. Debió preparar tanto a los habitantes de la Comarca como a los de la Capital Federal y el Conurbano, y no hacer encuestas recién después del anuncio”.
“Un proyecto de esta naturaleza no se lleva adelante sólo con leyes o con créditos internacionales. Por más que el dinero hubiese caído como lluvia, el hecho de romper una inercia de décadas no se subsana por este medio”.
“Alfonsín, y creo que aquí también erraron sus asesores, se cortó solo, sin convocar a los gobernadores nacionales de entonces para que lo acompañaran en el balcón de Viedma. Tenía el apoyo de influyentes políticos provinciales y hasta de gobernadores para hacerlo. Un solo integrante del Gabinete debió persuadirlo y tratar de imponer esa variable”.
“Así como existió un plebiscito para decidir qué hacer con las islas del Canal de Beagle, también debió haber una consulta popular para ver qué posibilidades tenía el Gobierno democrático de empeñarse en un plan que no era ni económico coyuntural, ni quedaba en una reforma constitucional. Se trataba, nada menos, que de cambiar el país en el sentido real de la palabra”, opinó Repiso, como balance de su análisis del tema.
Agregó que “durante mi estadía en Viedma-Patagones, traté de bajarme de los números, la política, la historia y las polémicas. Y conversé con mucha gente para ver qué se vivía en aquel momento. Creo que se sorprendieron y nadie pudo decirme, no sé si por el paso del tiempo o porque realmente lo sentían así, el estado de ánimo en particular y en general. Puedo casi asegurar que la gente, muy en el fondo, no quería un cambio en su estilo de vida. Se sintieron protagonistas y dejaron de ser parte de una geografía olvidada por un momento. No creo que se hayan lamentado cuando todo cayó en el olvido”.
Espinosa también escribió para el diario digital “La Fogata” bajo el título “Un hecho singular de la historia reciente de los argentinos”, un breve análisis sobre lo que fue el frustrado intento de traslado y las consecuencias.
“Un concienzudo estudio sobre las graves consecuencias psico-sociales de la iniciativa y su frustración final, duerme en algún cajón oficial. No falta, tampoco, una cruel y fría estadística de suicidios, que se reiteraron en aquellos tiempos y quizás fueron la resultante del proceso de anomia. Ya no éramos Viedma y Patagones, los pueblos del sur, estábamos en plena transformación hacia la condición de capital de un nuevo país. De pronto ya no éramos ni una cosa, ni la otra. Habíamos perdido la inocencia y estábamos en un camino sin retorno”.
“¿Es posible discernir hoy, 16 años después, quién fue el responsable del dislate? ¿Fue sólo una idea de Alfonsín? ¿Será cierto que la ocurrencia fue sugerida por el Fondo Monetario Internacional, como pantalla para un formidable achique del aparato estatal y el rediseño económico del país? ¿Fue sólo un intento de gran negocio para las empresas constructoras y las consultoras?. Demasiadas preguntas, pocas respuestas”.
“En estos últimos cincuenta años a la Argentina le pasaron muchas cosas, algunas se repitieron, pero sólo hubo un proyecto de traslado de la Capital que se concretase a través del anuncio de un presidente constitucional. Y nos tocó justo a nosotros”.
Por otra parte, Enrique Camino, periodista del diario “Río Negro”, también recordó los veinte años en la edición del domingo 16 de abril de 2006. “Alfonsín impulsó la modernización de la administración pública, llamando a fundar una Segunda República. Y hoy sigue creyendo que el traslado de la capital a Viedma es posible, apostando a la procedencia patagónica del actual presidente de la Nación”, señaló.
Sobre aquellos años, Camino agregó que la labor del ENTECAP fue varias veces cuestionada por funcionar más en Buenos Aires que en Viedma. Y en una entrevista a Juan Caballieri, intendente de Viedma al momento del anuncio, resaltó que sólo el 50 % de la población local estaba a favor del proyecto: “presagiaban que se les cambiaría la vida y que dejarían de disfrutar del río, del mar, y que perderían la tranquilidad pueblerina. Llegó una gran migración. Lo peor es que venían en busca de trabajo y no había, y los de menores recursos levantaron casillas precarias en el barrio Lavalle. El problema de alimentación y salud lo atendimos con la provincia”, le contó Caballieri a Camino.
Uno de los últimos estertores del sueño alfonsinista que recaló en los medios provinciales fue el de Hugo Cuevas, actual diputado por Río Negro. Días después de su asunción, en diciembre de 2005, el diario “Río Negro” le preguntó:
-¿Pero qué hará como diputado nacional? ¿Ya maneja algún proyecto?
-¡No, todavía no! Tengo aspiraciones.
-¿Cómo cuál?
-Hay un tema que me obsesiona desde que lo instaló Alfonsín: el traslado de la capital federal a Viedma.
-Pero ese proyecto duerme el sueño de los dinosaurios.
-Sí, sí... y quizá se piense que estoy del mate... ¡pero tiene tanto sentido ese proyecto que me encantaría ser un diputado metido en el relanzamiento del tema! ¡Sueño con ese tema!
-Si no lo toma a mal, volvamos al planeta Tierra (...).
Con un sentido más realista, el historiador rionegrino Héctor Pérez Morando, también tuvo su lugar para opinar. Con gran acierto, su pregunta caló hondo en la idiosincrasia del argentino cuando en otro aniversario del anuncio, escribió en el diario “Río Negro”: “¿Otra frustración patagónica y argentina? Se perdió en el tiempo... en la memoria gubernamental y comunitaria. Pero nos sigue quedando el sur, el mar y el frío”.
CONCLUSIONES
En el campo de las distintas líneas de trabajo que se han desarrollado, pueden destacarse ciertas direcciones del pensamiento, que conllevan conclusiones que no por ser tan simples implican un reduccionismo, sino que reflejan el panorama político, sociocultural, económico, y por qué no ideológico, que ha enmarcado el tan mentado y frustrado traslado de la capital durante la gestión de Alfonsín.
En efecto, apartándonos de los debates y de las argumentaciones, algunas concienzudas y muy prolongadas, otras casi frívolas, superficiales y con escaso desarrollo, que resonaron en el Congreso, algunos diputados y senadores, que, en forma personal, no compartían o tenían objeciones, en distintas manifestaciones públicas y corrillos privados, así como en ciertas intervenciones orgánicas del partido al que pertenecían, aprovecharon cuanta ocasión se presentaba, para mostrar sus reparos.
Estas declaraciones vertidas por legisladores, aunque fuera de los ámbitos parlamentarios, no contribuyeron a reforzar, ni a consolidar, el consenso necesario en la opinión pública.
En las Cámaras de Diputados y de Senadores, varias intervenciones apuntaron a remarcar que el Presidente Alfonsín, mantuvo ajenos a los congresales de la gestación de este proyecto. De ese modo, se corrobora la escasa adhesión política, que previamente el Gobierno Nacional debió buscar.
Pero no sólo la vida parlamentaria retaceó un apoyo que la hora de los tiempos exigía y que, los partidos, evidentemente no fueron capaces de afrontar, sino que la comunidad nacional, en la diversidad del espectro sociocultural, que confluye primordialmente en las fronteras capitalinas, también se manifestó de manera similar.
Las artes y las letras, en el sentido ortodoxo y tradicional, a grandes luces, parecieron eludir este compromiso. Si lo hubo, poca divulgación tuvo. Es más, no trascendió los límites de los especialistas. Tampoco se tiene noticias de que haya repercutido en manifestaciones explícitas, menos clásicas y convencionales.
En el dominio empresarial, los proyectos y estrategias que motorizan las ambiciones de expansión de este sector, no fueron capaces de posponer transitoriamente el espíritu de acumulación de capital, que la lógica del sistema veía garantizada en ese entonces, en la gran urbe.
La metrópoli, en su aceitada concentración de intereses, no quiso renunciar a la hegemonía que históricamente, por su posición portuaria, había mantenido desde los comienzos de la argentinidad.
Los medios nacionales, contribuyeron a diluir el ambicioso proyecto del traslado, dado que transcurridos pocos meses, la temática dejó de ser una cuestión de portada o de agenda periódica, para convertirse en algunas opiniones aisladas, análisis incompletos y poco serios, y esporádicos informes superficiales que no condecían con la envergadura de la situación.
La porción de territorio que se había convertido en tema de polémicas, discusiones, debates, críticas, bromas, sátiras, análisis, y que estaba en boca de la opinión pública nacional, contaba con una población que de buenas a primeras, se encontró con que había sido invadida por un anuncio que la convertía en el centro de operaciones, varias de las cuales, rayaban en maniobras especulativas, de índole política, financiera y económica. Muchas de estas maquinaciones, produjeron un clima de incertidumbre de carácter sociológico, que trajo como consecuencia una confusión de valores, de paradigmas, de símbolos, de convenciones, de usos sociales que, hasta ese entonces, constituían las raíces culturales de su identidad.
El anuncio, inesperado para la generalidad de la población, al ser impuesto, no posibilitó la comprensión acabada de la proyección histórica que, para la región, podría traer la concreción del traslado.
La conciencia ciudadana sobre el particular, debió haberse construido en un proceso anterior, que favoreciera la participación, la iniciativa popular, la integración y la identificación del grupo humano local, con el desafío englobador de alcance nacional.
En efecto, apartándonos de los debates y de las argumentaciones, algunas concienzudas y muy prolongadas, otras casi frívolas, superficiales y con escaso desarrollo, que resonaron en el Congreso, algunos diputados y senadores, que, en forma personal, no compartían o tenían objeciones, en distintas manifestaciones públicas y corrillos privados, así como en ciertas intervenciones orgánicas del partido al que pertenecían, aprovecharon cuanta ocasión se presentaba, para mostrar sus reparos.
Estas declaraciones vertidas por legisladores, aunque fuera de los ámbitos parlamentarios, no contribuyeron a reforzar, ni a consolidar, el consenso necesario en la opinión pública.
En las Cámaras de Diputados y de Senadores, varias intervenciones apuntaron a remarcar que el Presidente Alfonsín, mantuvo ajenos a los congresales de la gestación de este proyecto. De ese modo, se corrobora la escasa adhesión política, que previamente el Gobierno Nacional debió buscar.
Pero no sólo la vida parlamentaria retaceó un apoyo que la hora de los tiempos exigía y que, los partidos, evidentemente no fueron capaces de afrontar, sino que la comunidad nacional, en la diversidad del espectro sociocultural, que confluye primordialmente en las fronteras capitalinas, también se manifestó de manera similar.
Las artes y las letras, en el sentido ortodoxo y tradicional, a grandes luces, parecieron eludir este compromiso. Si lo hubo, poca divulgación tuvo. Es más, no trascendió los límites de los especialistas. Tampoco se tiene noticias de que haya repercutido en manifestaciones explícitas, menos clásicas y convencionales.
En el dominio empresarial, los proyectos y estrategias que motorizan las ambiciones de expansión de este sector, no fueron capaces de posponer transitoriamente el espíritu de acumulación de capital, que la lógica del sistema veía garantizada en ese entonces, en la gran urbe.
La metrópoli, en su aceitada concentración de intereses, no quiso renunciar a la hegemonía que históricamente, por su posición portuaria, había mantenido desde los comienzos de la argentinidad.
Los medios nacionales, contribuyeron a diluir el ambicioso proyecto del traslado, dado que transcurridos pocos meses, la temática dejó de ser una cuestión de portada o de agenda periódica, para convertirse en algunas opiniones aisladas, análisis incompletos y poco serios, y esporádicos informes superficiales que no condecían con la envergadura de la situación.
La porción de territorio que se había convertido en tema de polémicas, discusiones, debates, críticas, bromas, sátiras, análisis, y que estaba en boca de la opinión pública nacional, contaba con una población que de buenas a primeras, se encontró con que había sido invadida por un anuncio que la convertía en el centro de operaciones, varias de las cuales, rayaban en maniobras especulativas, de índole política, financiera y económica. Muchas de estas maquinaciones, produjeron un clima de incertidumbre de carácter sociológico, que trajo como consecuencia una confusión de valores, de paradigmas, de símbolos, de convenciones, de usos sociales que, hasta ese entonces, constituían las raíces culturales de su identidad.
El anuncio, inesperado para la generalidad de la población, al ser impuesto, no posibilitó la comprensión acabada de la proyección histórica que, para la región, podría traer la concreción del traslado.
La conciencia ciudadana sobre el particular, debió haberse construido en un proceso anterior, que favoreciera la participación, la iniciativa popular, la integración y la identificación del grupo humano local, con el desafío englobador de alcance nacional.
FUENTES
- Espinosa, Carlos (2005) “Perfiles y Postales” - Carmen de Patagones.
- Roulet, Elva (1987) “La Nueva Capital” – Edición de la Presidencia del Honorable Senado de Buenos Aires.
- Barreno, Rómulo Víctor (1987) “Traslado de la Capital Federal” Versión taquigráfica del discurso de la sesión del 27 de mayo de 1987- Congreso de la Nación.
- Cámara de Diputados de la Nación (1987) Diario de Sesiones –Congreso de la Nación.
- Cámara de Senadores de la Nación (1986) Diario de Sesiones – Congreso de la Nación.
- “Clarín” Año 1986/1987
- “La Nación” Año 1986/1987
- “La Nueva Provincia” Año 1986/1987
- “Río Negro” 1986/1987 - 2006
- “La Calle” 1986/1987
- “Noticias de la Costa” 2006
- Testimonios de Héctor Pérez Morando/Enrique Camino/Aldo Martínez.
- Roulet, Elva (1987) “La Nueva Capital” – Edición de la Presidencia del Honorable Senado de Buenos Aires.
- Barreno, Rómulo Víctor (1987) “Traslado de la Capital Federal” Versión taquigráfica del discurso de la sesión del 27 de mayo de 1987- Congreso de la Nación.
- Cámara de Diputados de la Nación (1987) Diario de Sesiones –Congreso de la Nación.
- Cámara de Senadores de la Nación (1986) Diario de Sesiones – Congreso de la Nación.
- “Clarín” Año 1986/1987
- “La Nación” Año 1986/1987
- “La Nueva Provincia” Año 1986/1987
- “Río Negro” 1986/1987 - 2006
- “La Calle” 1986/1987
- “Noticias de la Costa” 2006
- Testimonios de Héctor Pérez Morando/Enrique Camino/Aldo Martínez.
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